viernes, 6 de junio de 2014

Un cuento que nació en Palenque

EL GRAN LAGO


La selva amanecía toda turbia, gris y difusa por las nubes araganas que clamaban cinco minutos más de sueño, apagaban el despertador , se daban vuelta y prosegían soñando. A las nubes les gusta soñar que caminan y por eso no se quieren despertar. En el plumaje verde de la selva se escuchaba bostezar a la selva. Sonaba como una fiera atrapada queriendo romper su jaula en pedazos y escapar.
Aquella mañana la selva no se permitió ignorar sus sentimientos y comenzó a llorar desconsolada. El agua dulce de su llanto se deslizó por las colinas, hacia las concavidades de la tierra y las fue llenando a todas y también refrescaba su llanto a las plantas y penetraba en el suelo como el mejor regalo de los dioses. Doña Selva era la única triste, todos los animales disfrutaban de aquel festin de cascadas, lluvias y ríos caudalosos. Los frutos se lanzaban para ser comidos, sabian que con el agua sus semillas les traerían hijos. Las hojas hacían música con el gotear del cielo. Los pájaros ayudaban en inventar canciones y ritmos. Los bichitos también comenzaban a sonar y a chapotear en cada gota graciosa.

Mientras tanto, los árboles más viejos platicaban con seriedad.

-¡Hasta que se dignó a llorar la muy caprichosa!- decía un Zapote, mientras acomodaba junto a sus raíces algunos de sus frutos que destinaba a los antiguos dioses.

-¡Deberíamos mantenerla triste por más tiempo, porque nos estuvo matando de sed! Es como una adolescente, cuando piensa en sus sentimientos se olvida de los de los demás. Es una falta de respeto! - acotó un Ramón.

-Ya lo creo- interrumpió el Ceibo- Si observan mi tronco podrán ver, donde está más fino representa todo el tiempo que nos tuvo sin beber casi una gota. ¿Saben que ocurría en aquel entonces?- El Ceibo era el más viejo de los árboles del alrededor y por ello cuando hablaba todos le prestaban mucha atención, ante la mirada atónita de todos sus espectadores continuó- En aquella época Doña Selva andaba comprometida con los chicleros.

El Zapote emitió un largo sollozo, pero de inmediato las mariposas lo rodearon y lo comenzaron a besar.

-Así es- continuó el Ceibo, por un capricho de la señorita como lo fue aquel amor incondicional por los chicleros, vimos desangrar a tantos hermanos Zapotes, y por estarse de coqueta, para no correr su maquillaje, dejó de llorar, tuvimos que ingeniárnos para sobrevivir!!

-Tú eres el únicoo que podrá lograr que esta lluvia sea más frecuente y que no esté ligada únicamente a los sentimientos de Doña Selva- el que hablaba ahora era un Búho, desde arriba del Ceibo le hablaba con su voz misteriosa al oído de su rama- Y es que tú y yo podemos entrar en el inframundo y ser escuchados por los dioses. Pero tú eres el único que está en los tres estratos al mismo tiempo, eso es lo que necesitamos ahora. Esta noche nos reuniremos junto a tus raices, todos los búhos, las serpientes y los murciélagos y esperaremos que la puerta se nos abra, para pedir que nunca se acabe el manjar dulce del agua, haciendo que Doña Selva sea triste y desgraciada por mucho tiempo más.

Al anochecer todos dormían cuando se realizó la junta en el tronco del viejo Ceibo. Cuando estuvieron reunidos todos los animales que el Bhúo había convocado, comendaron el ritual para llamar a los dioses del inframmundo. De pronto la base de la Ceiba se abrió y todos cayeron dentro de una cueva subterránea, se sentía frío y húmedo. Los dioses se estaban riendo muucho, bebían el fermentado de los frutos del Ramón y se habían emborrachado. Al escuchar el problema que aquejaba a los árboles, los dioses ni dudaron en ayudarlos. Los únicos que se acordaban de darles ofrendas eran los árboles. Doña Selva no les ofrendaba nada hacía mucho tiempo, y si los árboles morían ¿quién se acordaría de los dioses?.


Nadie más supo de aquella reunión clandestina, dicen que lo único que se supo fue que a partir de aquel deseo muy ostentoso y la borrachera de los dioses, Doña Selva ya no pudo parar de llorar y el mundo se convirtió por entero en un inmenso lago de agua dulce.

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