JUANA
Juana
quería nacer. Así le pasaba cuando no era nada todavía, nada más
que un deseo inconforme y con nombre, cansado de ser deseo y de
ambular por el mundo ilusionado. Desear algo, tener ambiciones es lo
que mueve a las personas y las hace marchar conscientes de poder
cumplir con aquellos anhelos tan codiciados. Pero para un deseo como
tal, ser un deseo es la cosa más aburrida que se pueda imaginar.
Porque sólo se pude ser <un> deseo. Los únicos que tienen
suerte son los que son pedidos cuando se ve una estrella fugaz cortar
el firmamento de oscuridad, aquellos nacen trillizos y pueden ser
tres cosas diferentes. Los tres que se piden al soplar las velas en
el pastel de cumpleaños, esos son falsos, son como quien dice
impostores, falsos deseos.
Por
tales razones, Juana decidió luchar por su ser y salir adelante con
su labor de ser un deseo que deseaba nacer.
La
tarea no sería nada fácil, primero tuvo que pensar en qué quería
nacer: planta, árbol, perro, gato, tortuga, hombre, mujer,
tubérculo, pollo, pato, policía, caballo, etc. A todo esto hizo una
larga lista y fue tachando con borrones lo que descartaba
decididamente. A otras les hacía una palomita colorada. Finalmente,
quedaron tres palomitas coloradas: mujer, estrella y música.
Los siguientes días se dedicó a leer cómo hacían cada uno de ellos para nacer. Primero leyó la reproducción humana y quedó fascinada y luego ya ni quiso ni tuvo tiempo de leer lo demás. Decidió ir en busca de un papá que fecundara a una mamá para estarse bien atenta e insertarse en el instante específico, donde el espermatozoide más veloz ingresaba al óvulo.
Los siguientes días se dedicó a leer cómo hacían cada uno de ellos para nacer. Primero leyó la reproducción humana y quedó fascinada y luego ya ni quiso ni tuvo tiempo de leer lo demás. Decidió ir en busca de un papá que fecundara a una mamá para estarse bien atenta e insertarse en el instante específico, donde el espermatozoide más veloz ingresaba al óvulo.
Pero,
¿qué mamá? Y ¿qué papá?.
Había
estado observando mucho a los hombres y las mujeres humanos cuando
estaba aburrida siendo tan solo un deseo y no le gustaban mucho. Eran
muy rutinarios, amargados, agrios, gritones, berrinchudos y no quería
pasar el resto de su vida junto a unos adultos tan grises. No iba a
elegir tan fácilmente unos padres que la engendrasen. Entonces se
fue por el mundo, recorrió China porque le gustaba la idea de comer
con palitos, fue por India y desistió al ver que la vaca era
sagrada, estuvo en el carnaval de Río y pensó que quería una madre
negra para heredar el movimiento de caderas, en Japón le interesó
mucho que se escribiera con dibujos tan bonitos. Fue de aquí para
allá sin parar. Sin querer confundió a varias mujeres, porque no
hay que olvidar que Juana aún era un deseo de nacer, entonces muchas
mujeres desearon ser mamás por unos instantes en que Juana las uso
como medio de transporte para ir de un lado a otro del planeta. En un
avión Juana se quedó dormida y viajó durante diez horas con la
misma mujer. Fueron tantas las ganas que tuvo esta mujer de ser mamá
que se llevó a su esposo y lo encerró en el baño.
Este
deseo escurridizo ya estaba cansado de tanto buscar y decidió darse
unas vacaciones en México.
Se
dedicaría a disfrutar los colores, la gente, los paisajes. Recorrió
un montón de lugares, brincando de mente en mente de las mujeres. A
veces causó conflicto por brincar en la mente de los hombres, que al
darse cuenta de que no eran ellos los que podían cargar su bebé en
el vientre durante los nueve meses de gestación, se llenaban de
angustia y para evitarlo se volvían machistas.
En
un lugar llamado San Cristóbal, Juana se quedó encantada. Todas las
tardes se iba en silencio a ver a unas muchachas que se ponían a
recitar poemas absurdos que no decían absolutamente nada coherente
pero muchas cosas ciertas. Decían cosas así como “ Si el borde de
tu vestido se disecara junto con la bruta realidad ausente de la
exigencia veloz de mis pasos, ¿dónde estará el duende que me
llevará a romper el nudo de la miga de pan resbalada por el
mantel?”. El deseo reía y reía ante las ocurrencias y la reacción
de las personas que se detenían a escucharlas.
Era
una ciudad muy mágica donde ella recordó que alguna vez había
deseado nacer como música. Habían músicos en todos los rincones,
esquinas, recovecos y hasta en las cloacas y las copas de los
árboles.
Pronto,
comenzó a llegar con las muchachas poetisas un muchacho, era
pequeñito como un niño, traía un violín y una barba de arbusto.
Juana se estaba comiendo un tamal en la mente de una mujer cuando de
pronto vio que la muchacha salió corriendo y el otro detrás en una
persecución de nunca acabar. -Se están enamorando- pensó.
Recordó
lo que había estado leyendo hacía tanto tiempo, cuando se interesó
en hacerse realidad como deseo de nacer y allí cayó en cuenta de
que habían pasado varios años de vacaciones, que casi se había
olvidado de su ser.
Le
gustaron estos dos para viajar con ellos y los fue persiguiendo, de
pronto se iba a otras cabezas, pero muchas veces andaba en la cabeza
de la poetisa de incoherencias muy ciertas. Fue conociendo todo del
violinista de la barba de arbusto y de la bailarina de palabras
voladoras. Pintaban, cantaban, bailaban, jugaban, reían. Eran tan
distintos a los otros humanos que había visto por el mundo, que le
caían bien.
Una noche Juana no se podía dormir, estaba pensando muchas cosas y se fue a caminar por el malecón en la cabeza de otras gentes por la noche. Miró el cielo, tomó algunas copas, bailó, se emborrachó y regresó, con la borrachera, a ser aquel enorme deseo de nacer.
Una noche Juana no se podía dormir, estaba pensando muchas cosas y se fue a caminar por el malecón en la cabeza de otras gentes por la noche. Miró el cielo, tomó algunas copas, bailó, se emborrachó y regresó, con la borrachera, a ser aquel enorme deseo de nacer.
Al
llegar a la habitación donde dormían el de barbas de arbusto y la
poetiza incoherente pero cierta y al ver que estaban como de
costumbre dándose besos y abrazándose tiernamente, o locamente o
incoherentemente, Juana esperó el momento exacto y se insertó en el
instante específico.
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