sábado, 30 de abril de 2016

Costa Rica Tuanis


OJOS QUE NO VEN, CORAZÓN QUE NO SIENTE



Durante mucho tiempo pensé y sostuve que aquel refrán tan repetido en nuestra sociedad era inaceptable: “ojos que no ven, corazón que no siente”. ¿Qué quiere decir? ¿Acaso las personas invidentes tienen menor sensibilidad ante el mundo? No lo creo, yo he visto que sus sentidos están mucho más agudizados que los nuestros a quienes la vista nos funciona como lince. Entonces he peleado con aquella frase dicha ta a menudo y casi sin reflexionar su significado. Pero este viaje está lleno de sorpresas y unos días en la playa en Costa Rica me permitieron comprender algo más de aquel dicho popular.

Una tardecita de sol potente en las costas del Pacífico, me dispuse a tenderme sobre la arena para absorber un poco de aquellos rayos ultravioletas para ayudar a la absorción del calcio en mis huesos y la reproducción de los carotenos en mi blanca piel. Pocos momentos antes habíamos cerrado una discusión fuerte con mi amiga Liliana, que con el carácter que la caracteriza se había entretenido durante un rato extrayendo, sin la menor delicadeza, a los pequeños cangrejos (del tamaño de mi uña más chica) de sus caracoles que habitaban. Yo argumentaba que era una grosería de su parte y una falta de respeto realizar aquel acto de salvajismo, ya que lograba identificarme muy bien con aquellos cangrejos ermitaños. La concha marina que ellos cargaban en su espalda me recordaba a mi querida Casiopea (la combi VW en la que viajamos), una casa rodante que se detiene donde quiera y cada día puede cambiar de sitio. Pareció que uno de los cangrejos leyó mi pensamiento porque de pronto sacó tema de plática:

  • Aquí los cangrejos “ticos”, mae, somos muy dichosos y privilegiados, cada uno tiene su propia vivienda, agua caliente, drenaje, piso firme y techo digno, nuestro gobierno si sabe- comentó uno de ellos y luego me guiñó un ojo, pronunciando aquella frase célebre de la región- Es bien “tuanis”mae, cada playa nos ofrece diferentes diseños de hogares, desde monoambientes, castillos, mansiones, antiguas casonas rococó...


Estuvimos intercambiando impresiones de lo que significaba para nosotros el vivir cada día en un nuevo lugar, la belleza de dormir cobijados por el firmamento, poder observar el recorrido lunar y solar, tener acceso a las primeras filas en el cine de las constelaciones. La conversación se volvió muy interesante y ya eran varios los cangrejos que participaban de ella. Uno de ellos puso en la mesa un tema de debate: ¿ por qué los humanos les han nombrado ermitaños, si en el diccionario la palabra “ermitaño” denomina a las personas que no salen de sus casas y son de alguna manera antisociales? Ellos no se consideran antisociales, no salen de sus casas porque se la llevan con ellos, pero aman viajar, recorrer y conocer nuevas orillas, los diferentes estilos de arena, diseños de conchas, la diversidad de la fauna y flora, los idiomas de los turistas etc. Yo estaba indignada con aquella imposición de mis colegas de etiquetar a los pobres cangrejos con un adjetivo que no les describía en absoluto, la plática fue cada vez más interesante y hasta se armó una fogata con cuentos y leyendas compartidas, uno de los cangrejos sacó un violín ( que es el único instrumento que pueden tocar de costado) y nos durmió con una bella melodía de cuna.


Cuando desperté sentí que el suelo se movía y no era por el “guaro Cacique” que estuvimos tomando, sino que estaba siendo transportada (amarrada) por millares de los mini cangrejos, eran como arenas movedizas que en vez de hundirse se deslizaban velozmente hacia un lado. Primero me ha dado risa pero cuando me percaté de lo que realmente sucedía quedé como paralizada. Me metieron en una cueva donde nos esperaba un cangrejo me me doblaba en tamaño y a su al rededor yacían cráneos y otros tipos de huesos que mentiría si quisiera explicitar sus nombres, pero estoy segura de que juntándolos podría armar un esqueleto entero. En un principio me entusiasmé pensando en una nueva obra de marionetas de calaveras bailarinas pero pronto regresé a la cruda realidad .No sabía que decir ni que hacer, pensé que quizás generando confianza se podría calmar aquella tensión incómoda del ambiente.



  • Q-q-que pinz-z-zas tan g-grandes t-tienes! - exclamé, fingiendo calma y optimismo.
  • Son para agarrar mejor!- respondió de mal humor
  • Q-q-que cuerpo t-t-tan grande t-t-tienes!- le dije
    - Es porque como lo mejor!- me respondió furioso haciendo rechinar sus pinzas.

En ese momento miré a aquellos que pensaba que eran mis amigos para pedirles una explicación. Mis manos sudaban y mis piernas temblaban, pero no pude reconocer a mis amigos cangrejos porque todos llevaban paliacates cubriendo sus rostros. De pronto, sin dolor alguno, comencé a ver que los cangrejos se alejaban de mi con partes de mi cuerpo, uno se llevaba mi nariz, otro la oreja, la otra oreja, mi boca se la llevaba otro cangrejo, mi ojo se lo llevaron y luego el otro ojo y a partir de allí ya no supe lo que pasó.
    Sólo se que me ha ayudado a comprender aquel viejo refrán dicho ta a menudo y casi sin reflexionar su significado.
     

 

AL QUE MADRUGA DIOS LO AYUDA

    Hay otro refrán que en Costa Rica pude comprender: “Al que madruga, Dios lo ayuda”.
    Costa Rica es un país muy rico en biodiversidad: al ser un pequeño trozo de tierra entre dos mares a los seres vivos terrestres y aéreos no les queda más opción que apretarse como los chinos. Los árboles son como edificios repletos de inquilinos voladores que pasan inadvertidos, camuflados entre hojas y flores. Por supuesto que no sólo viven allí las aves, también vive la comida de las aves, porque a ellas les gustan los platos frescos. La comida de los pájaros es muy variada y colorida en este país, los pequeños artrópodos son los que hacen que esta patria sea tan bella forestalmente. La puntualidad, la exactitud y exigencia de estos seres de esqueleto quitinoso es tanta que en la noche podemos escuchar, (principalmente a las chicharras) como le dan cuerda a sus relojes despertadores para despertar temprano a trabajar. En aquel mundo de insectos cada uno cumple una función muy importante e imprescindible para mantener el verdor de la selva y por consiguiente la humedad de los ríos y cauces de agua. Así fue la vida en esta tierra preciosa desde antes de la conquista. Existía un equilibrio maravilloso en el vinculo de todas las especies y una regulación muy estricta en torno a la cadena alimenticia. Todas estas leyes y normas eran establecidas y reguladas por unos seres de nos más de un metro de altura, de cuerpo grueso y rasgos un poco toscos, ellos eran llamados los “Tuanis”. De allí viene la etimología de aquella frase tan utilizada por los Ticos (los costarricenses) “que Tuanis mae!” y que quiere decir que está todo muy bien, y es que cuando los Tuanis existían, realmente todo estaba muy bien. El problema o la catástrofe sucedió cuando unos anfibios un poco apartados de la comunidad Tuanis decidieron adueñarse de la selva, encantando a las demás especies mediante la imposición de una moda basada en la vestimenta : los “blue jeans”. Cuando los seres humanos descubrieron a la llamada “rana nacional” vistiendo a la moda de los pantalones azules, olvidaron de inmediato e ignoraron a los fabulosos Tuanis y empezaron a crear senderos, parques de atracción, zip lines, teleféricos, tours a caballo, canopy, etc. etc. En un principio los admiradores de las ranas “blue jeans” seguían su filosofía al pie de la letra, había que lucir los colores y formas frente a los humanos y nunca carecerían de alimentos. Fue una época muy sesentosa para todas las especies, salían de los huecos los seres más combinados de colores y diseños. Se promovió mucho el amor libre, entonces cuanto más se mezclaran las especies mejores combinaciones genéticas iban a aparecer. Así fue como el país se convirtió en un atractivo turístico maravilloso, donde a los extranjeros se les prometía ver en cuestión de días, monos cara blanca, monos aulladores, monos arañas, tucanes , quetzales, caballos, vacas, gallos, águilas, colibríes, perros, gatos, cascadas, termas, playas, peces, arrecifes, cocos, platanales, guayabas, lunas, atardeceres, chubascos, carne asada, casado, licuados de frutas, guaro y las más aclamadas y famosas ranitas “blue jeans”. Los gringos se iban deslumbrados con la panza llena y el corazón contento, contagiando el germen de su idioma en la gente local que poco a poco (a causa de la gran cantidad de extranjeros) iba olvidándose de que el país era de ellos y no de los turistas. Las chicharras y los insectos tan puntuales comenzaron a salir por la noche a beber guaro y siempre se olvidaban de dar cuerda a sus relojes, entonces todos los polinizadores faltaban a sus tareas por sufrir al día siguiente la “goma”, ”cruda”o “resaca”. La selva iba decayendo en su esplendor.
    Pero los Tuanis eran muy sabios, traían con ellos un conocimiento ancestral recibido por ósmosis de los nativos de las diferentes provincias, los chorotegas, los bribris etc, fue así como en vez de adaptarse a la vida retro de las ranas fashion, estuvieron imaginando un plan para regresar todo a la normalidad. Los Tuanis se quedaron quietos hasta convertirse en madera y poco a poco comenzaron a poblar todos los alrededores, principalmente las tiendas de souvenirs y las tiendas que bordean las carreteras. Por todos lados comenzaban a estar aquellas estatuas grandes de madera y los turistas las compraban y las llevaban a sus países. El plan había sido organizado con mucho ingenio y paciencia para salvar a la selva y sus ríos de una posible muerte lenta y caótica. Los Tuanis hablaban entre sí a través de las vibraciones de la madera y también con los árboles se organizaban y se pasaban los mensajes exactos para llevar el plan de manera precisa y sin equivocaciones.
    Cuando hubo los suficientes Tuanis repartidos por todo el mundo, comenzaron a ejercer el maléfico plan de regresar el mundo a sus antiguas formas. Organizaron temblores, explosiones volcánicas, huelgas de oxígeno donde los árboles dejaban de hacer la fotosíntesis durante varias semanas para que los humanos fueran muriendo lentamente. La gente fue notando el cambio y los científicos estudiando las razones que pudieran haber llevado a aquella intolerancia de la naturaleza. Sacaron campañas nacionales e internacionales de protección a la naturaleza e instrucciones de como hacer uso sano de sus recursos y un slogan muy útil que decía “al que madruga dios lo ayuda” pretendiendo que los insectos volvieran a colocar sus alarmas y despertar con ganas de polinizar y llenar de flores y vegetación la selva. Ninguna de las dos guerras tuvo éxito, los dos bandos: Tuanis versus Ecoturismo siguen en conflicto en este pequeño pedazo de tierra y los Tuanis siguen observándonos en las orillas de las carreteras queriéndose meter en nuestros carros para extinguirnos poco a poco.

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