EL
PÁJARO CUENTERO
Playa
Gigante, Nicaragua, febrero 2016
Había
una vez un pájaro carpintero que en lugar de muebles fabricaba
cuentos. Todo el tiempo iba y venía por el cielo, recorría muchos
lugares y les contaba a los árboles las historias que vivía en los
sitios que visitaba.
Sus
amigos pájaros ya estaban cansados de escuchar sus cuentos, decían
que era un mentiroso, que todo lo inventaba y que en vez de vivir sus
aventuras, lo que hacía era esperar en un refugio cercano,
inventando sus cuentos.
Pero
había un árbol que era pequeño y adoraba al pájaro cuentero. Los
árboles viejos le parecían muy aburridos y a él le gustaba mucho
imaginar las aventuras del pajarillo. Aquel cantaba sobre sus ramas
todas las historias hasta que se ponía el sol.
“A
unos quilómetros de aquí hay un mar inmenso, los hombres le
llamaron océano Pacífico, allí volando sobre las olas conocí un
montón de peces y gaviotas, hasta unos pelícanos conocí. Pero lo
más raro que me encontré fue una sirena perdida. Es como una mujer
con cola de pescado, y fíjate que bien bonita era mi sirena! Me la
encontré en una isleta y me puse a hablar con ella, hablaba en
idioma delfín, quien sabe por qué, pero como yo ya lo había
aprendido pudimos comunicarnos. Me contó que su mar era precioso,
pero que andaba perdida por que su intención era conocer el otro
lado, el océano Atántico, ya que varias ballenas le habían contado
cosas preciosas del otro mar.”
El
arbolito soñó aquella noche que le hubiese encantado más ser
sirena que árbol. No le gustaba estar clavado en un lugar, se
preguntaba cómo sería la sensación de nadar, el sumergirse en el
agua, el flotar, todo aquello que le contaba el pájaro cuentero él
lo quería vivir en madera propia.
Una
noche tormentosa con vientos muy fuertes sucedió el trágico suceso,
cuando el pájaro cuentero llegó a visitar a su amigo el pequeño
árbol, lo encontró desencajado, tumbado, muerto, secándose. Su
juventud no resistió la rudeza del aire enfadado.
El
pájaro cuentero lloró sobre el fino tronco de su amigo, pensaba en
lo efímera que puede ser la vida, en lo fugaz que puede ser un amor.
Pensaba en la inmortalidad de los árboles hasta que se le ocurrió
una idea.
Durante
una semana se lo vio trabajar, picaba y pulía el tronco casi sin
detenerse a comer. Hasta los pájaros que lo tildaban de mentiroso se
acercaron a ofrecerle alimentos y agua. Aquello tomaba forma y todo
el bosque observaba con curiosidad el trabajo del pájaro cuentero.
Cuando acabó se oyó una fiesta de trinos de pájaros que celebraban
aquella obra maestra. Entre todos le amarraron varias lianas y
volando comenzaron a elevarla; el pájaro cuentero los guiaba. Cuando
llegaron al océano dio la orden de lanzarla al mar.
A
más de un pájaro se lo vio llorar aquella tarde en que aquel joven
árbol convertido en sirena se hundió para descubrir el mar.
EQUIVOCADAS
Chiapas,
México, Diciembre 2015
Hace
mucho, mucho tiempo, en las tierras de Avariciu Burocrano, se
desencadenó un gran misterio: poco a poco, las mujeres del reino
comenzaban a desaparecer, una por una, sin poderse comprobar el por
qué.
La
primera fue Mireya, una joven que aún no cumplía los diez y ocho
años. En la misa que se realizó aquel domingo, el Padre apuntó que
no se preocuparan por la muchacha, seguramente estaba en otro pueblo,
ya que se adivinaba un ella un embarazo pecaminoso pre- marital,
razón por la cuál ella misma se condenó huyendo de su tierra
natal. Dio, a continuación, varios concejos relacionados a la
importancia del matrimonio.
La
segunda mujer fue Rosa, la mujer de Leonardo. Una noche no amaneció
en su casa, jamás la volvieron a ver. El Rey visitó personalmente
al esposo desolado, le aconsejó que no se echara al abandono ni se
deprimiera, su mujer había huido con otro hombre y el adulterio era
condenado por la iglesia.
La
tercera fue Maura, una señora mayor, soltera, sin familia más que
sus cuatro gatos y un arsenal de libros. Se dijo de Maura que se
volvió loca e igual que el Quijote, decidió partir a vivir las
aventuras en carne propia.
Luego
desaparecieron más y más mujeres, hasta perder la cuenta.
Se
volvió famoso aquel Reino como el sitio de las mujeres libertinas,
era muy mal visto por los reinos cercanos. La mujer ideal no debía
de interesarse más que en los quehaceres del hogar, el cuidado de
los niños, bordar y mantenerse bella y radiante para su marido. Pero
en el Reino de Avariciu las mujeres nacían equivocadas, traían un
gen rebelde que las hacía huir para realizar herejías en otros
lugares donde no las conocieran.
Maite
era una adolescente cuando corrió la primera noticia sangrienta del
pueblo: fue encontrada una mujer muerta en el río, sin ropas y ya
sin ningún órgano dentro. El suicidio de aquella mujer a nadie se
le hizo extraño, siempre había sufrido mucho porque era diferente a
todas las demás mujeres: estaba loca. Pero Maite solía visitarla,
jugaban juntas con figuras de migajón de pan. Maite jamás pudo
imaginar que Lucía se haya quitado la vida voluntariamente.
Fue
así como Maite comenzó a espiar el pueblo durante las noches,
porque daba la casualidad de que todas las mujeres habían
aprovechado la oscuridad para escapar de allí. Subida encima del
techo de su casa, esperaba alerta cualquier extraño suceso. Veía
que a las dos de la mañana se encendía una luz del castillo y
bajaba una sombra que al salir por la puerta resultaba ser un lobo
muy grande que caminaba sobre sus patas traseras. Maite lo perseguía
con la vista, lo veía entrar a varias casas y luego continuar su
recorrido. Una noche lo vio entrar en su casa y pudo ver lo que el
lobo hacía con su mamá. Maite no pudo contener un grito de espanto
y el lobo huyó corriendo, dejando a su madre tirada en el suelo y
llorando. Su mamá le gritó aquella noche, que no se metiera con el
lobo, que aquel era el precio que debían pagar las mujeres por vivir
allí.
Maite
salió tras el lobo, su mamá la hirió con aquellas palabras, ella
sólo había querido protegerla. El lobo notó que alguien lo
perseguía y continuó su paso nervioso tropezando varias veces,
hasta entrar nuevamente al castillo.
Al
día siguiente el Rey sacó un aviso para el pueblo, donde anunciaba
que un lobo se había metido en el castillo y que le ponía precio a
su cabeza.
Esa
noche con machetes y antorchas se levantó el Reino de Avariciu
Burocrano, a cazar al maldito animal. Las mujeres que ya lo conocían
bien llevaban mucha furia, a pesar de la oscuridad se les veía en
sus rostros la ira. Marchaba todo el pueblo armado, alumbrando la
zona, menos los niños, que quedaron en sus casas protegidos. Maite
observaba los fuegos desde el techo de su casa.
El
Rey tomaba el vino más fino en el castillo cuando llegaron a su
puerta con el acusado, el lobo no era más que un buen disfraz y
debajo de aquel atuendo se encontraba el viejo Rodolfo, un pastor de
ovejas, muy querido por el pueblo. Nadie podía creer que aquel
hombre hubiera sido el culpable de tantas desapariciones. Pero había
que justiciar todas aquellos homicidios, el Rey Avariciu no podía
dejar sin resolver aquel problema.
A
Rodolfo se le quemó vivo la siguiente mañana, ante la mirada de
todo el reino.
Pero
el lobo no murió, siguió visitando a las mujeres cada noche.
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