viernes, 10 de octubre de 2014

Oaxaca, primera vuelta

Cobijados en el Valle de Oaxaca, entre sierras que no se cierran. El reencuentro con la ciudad en la que nace Punchileros títeres. El reencuentro con toda la gente que nos apoyó cuando apenas empezábamos con este mundo maravilloso de los hilos y el guiñol. Una noche de pláticas con Ushi y Giovana, dos mujeres maravillosas que hicieron hace veinte años un recorrido similar por centro américa pero lo hicieron caminando, la geografía las envolvió y en dos años llegaron de México al Salvador, en una época donde las guerrillas terminaban y la sangre aún se sentía cercana.
La función de la araña flacucha en la Plazuela del Carmen Alto, el grito anunciando la función "ya llegaron los títeres!!" y la emoción de volver a pronunciar aquellas palabras dos años después. Ver a los niños que allí estaban siempre, juento a sus mamás que trabajaban en el andador, verlos igual de chiquitos, con los dientes más grandes nada más, porque casi no crecen, pero si que sonríen con la boca llena de dientes. Isma, Maira, el niño que cazaba pajaritos, los pequeños nietos de la anciana triqui que siempre anda descalza y que cada vez está más dobladita.
Chapulines y Tlayudas, café de olla y aquellas señoras bellísimas, Luisa, Gloria, Tere, que es un gusto volver a verlas, a esas ejemplos de mujeres luchadoras.
Recibimos por parte del centro cultural San Pablo, las donaciones de pinceles y pinturas para nuestros talleres.
La ciudad llena de salas de lectura y apoyos económicos para la cultura. Tenemos un taller en la biblioteca este jueves de 14 a 15, donde enseñaremos nuestros títeres reciclados, a cambio de unas donaciones de libros o materiales que nos servirán en nuestros próximos destinos

Oaxaca
Llegando nos recibieron muy bien, pudimos, como lo esperábamos, trabajar en el Tianguis de la Plazuela del Carmen Alto, allí donde dos años atrás, la gente dice que nos quedó esperando, a los tÍteres de Punchileros. Parece mentira que todos recuerden aquellos tiempos, que aunque para nosotros fue muy importante, no nos habíamos percatado de que nos fueran a extrañar. Hoy es muy bonito que la gente se nos acerque a repetirnos las canciones que aun recuerdan de aquellas viejas obras, o que recuerden nuestras improvisaciones de cuando nos equivocábamos y se reían mucho, o que incluso nosotros nos reíamos en escena. Recuerdan los personajes y las obras y mucho de lo que decían los personajes. Esto lo cuento ahora porque es muy alentador saber que este proyecto va a ir dejando sembradas las mismas semillas en cada sitio.
Dimos un taller de títeres en la Biblioteca el Tren Amarillo, la mayoría de las personas que llegaron eran adultos. Las mujeres nos maravillaron con sus realizaciones, con tantos detalles que pusieron en sus títeres y con el interés que lo realizaron. En la biblioteca nos apoyaron con varios materiales para nuestros talleres, como plumones, lápices de colores y hojas de papel. Pero fue muy enriquecedor todas las pláticas que sostuvimos con estas mujeres preciosas.
Aquí en Oaxaca hay una propuesta cultural que se llama “Seguimos leyendo” , de lo que se trata es de fomentar la lectura a través de lectores voluntarios que se ofrecen a ir a escuelas y bibliotecas a realizar alguna lectura, retomando esa bonita costumbre de escuchar cuentos en voz alta. Allí regalamos, a quienes tomaron el taller, algunos de los cuentos que los niños de la escuela Angel de Campo, del Df, habían escrito. Otro cuentito lo regalamos en la función de títeres y otros quedaron en la misma biblioteca. Aún quedan muchos cuentitos por regalar. Parece que nos van a donar algunos libros para hacer nuestra biblioteca móvil en el camino.
Nos hemos quedado en casa de Ursula y Giovana, que para nosotras es muy enriquecedor poder escuchar los consejos y enseñanzas que estas mujeres viajeras, lectoras, y amantes de la vida y de las culturas, nos han compartido
San Miguel es una comunidad, en la Sierra Norte de Oaxaca, de 120 personas, donde se habla la lengua zapoteca y aún se rigen por usos y costumbres, a través de un concejo de ancianos. Leyla y Aidé son hermanas, crecieron en San Miguel , con los abuelos y luego se fueron a hacer la escuela a la ciudad de Oaxaca. Después de estudiar su carrera (Arqueóloga y Prof. de geografía) siempre regresan a la comunidad y organizan pequeños proyectos para traer teatro y cine a los niños. Tienen la inquietud de lograr que el pueblo vuelva a ser como antes, donde todos hablen el zapoteco, donde las leyendas transmitidas por los más viejos se sigan contando de generación en generación, donde las hilanderas de seda vuelvan a ser tantas como antes y donde la milpa vuelva a ser trabajada por todos los hombres, donde las mujeres vuelvan a hacer sus tortillas a mano y sus comidas tradicionales. La realidad es que cada año mueren muchos de los ancianos y otra cantidad de jóvenes se va a estudiar y nunca regresan, o parten para Estados unidos, y poco a poco se va borrando el pasado de esta comunidad. 
En el monte, hace nueve años, se metió una plaga que no pueden combatir. La madera es el principal ingreso que tiene el pueblo y es esta madera la que tiene la plaga. Diariamente hay que ir a descortezar a los árboles y talarlos para la venta antes de que la plaga se los devore. Zinué, el primo de Aidé y Leyla, es Ingeniero Forestal y está en San Miguel realizando un invernadero de Pinos, para reforestar este monte que viene siendo talado desde hace nueve años atrás. El otro primo, José, está realizando su trabajo social en San Miguel, estudia los insectos y ha puesto trampas en todo el bosque para que aquellas plagas queden atrapadas y se las pueda estudiar mejor y ver cómo evitarlas.
Ahora que están yendo al monte a investigar este asunto de la plaga, una de las señoras comentó que era necesario pedirle permiso al monte. Se hizo la ceremonia, a las once de la noche, en la iglesia, en zapoteco pero agradeciendo y pidiendo a los santos y al dios de los cristianos. Cada persona recibía un ramo de gladiola y dos o tres velas, debíamos ir a ofrendarlas un santo. Luego las rezadoras cantaban sus rezos, haciendo un coro muy bonito.
Hay solo dos familias que se dedican a realizar los rebozos de seda. Crían a los gusanitos de seda y luego hilan la seda de las pupas, las convierten en madejas y luego las tiñen con tintes naturales, ya sea con añil, con granada, cochinilla, cortezas, musgos etc. La señora con la que estuvimos hablando nos mostró un pequeño telar que su esposo le había hecho a sus hijos. El pequeño ya sabía tejer y no tiene más de cinco años. Esperanza estaba muy convencida de pasar esa vieja costumbre de trabajar la seda. Dice que su mamá le enseñó a criar a los gusanitos y que primero vendían la seda hecha madeja, pero que luego se capacitaron y aprendieron el oficio de tejer la seda. Ahora tienen un taller con máquinas muy buenas que no las ocupan porque no tienen suficientes capullos para que aquellas funcionen. Dependen de San Luis Potosí para conseguir los gusanitos y cuando de allá no les mandan, se quedan sin cosecha.
Trabajamos con los niños en la escuela, les contamos un cuento que adaptamos de un cuento que Giovanna escribió sobre el cuidado del agua. Les invitamos a que inventaran el final.
Desde el martes en la mañana la maestra nos abrió las puertas de la escuela para trabajar un rato con ellos, en la tarde trabajábamos en el auditorio. El primer día dejamos la historia por escrita y los títeres hechos. El miércoles ensayamos y el jueves en la tarde presentaron la obra para la comunidad. Salió preciosa la obra, le tenemos mucho cariño a todos estos niños. Al final de la obra nos dieron una sorpresa, como ellos tienen una banda, una orquesta diría yo, nos estuvieron agasajando con su música. Hacía dos años tuve la oportunidad de verlos aprendiendo solfeo y ahora eran unos músicos apasionados!! Todos ellos bien entusiasmados, saxofón, clarinete, trompeta, platillos, bombo… 
Para nosotras, el ver la disposición de estos niños para trabajar ( veinte niños de todas las edades) es sorprendente y por supuesto que nos dejan muchas ganas de regresar ya con un proyecto a largo plazo! Se está intentando recuperar la lengua zapoteca que la van dejando de platicar entre los niños. Quisimos que la obra fuera en zapoteco pero se nos dificultó porque sólo dos de ellos hablaban la lengua.
Estuvieron más que felices los niños cuando vieron el balafón de Betty. De inmediato comenzaron a tocarlo y David pudo tocar “Cielito lindo” en menos de un minuto de conocer el instrumento africano.
Antes de partir, Cheché nos llevó a conocer el cafetal. Pudimos arranca la pequeña vainita roja que envuelve el grano y saborear la dulzura que lo envuelve. Es ese granito el que Doña Aurora había tostado en el comal el día anterior y que después la tía había molido en su molinito y que hoy desayunamos en la mañana en un tazoncito de barro. 
La tía Linda nos estuvo haciendo unas comidas deliciosas, no se sus nombres pero se que estaban bien sabrosas, entre ellas el mole y el amarillo, éste último lo cocinó con unos hongos amarillos que Leyla nos enseñó a seleccionar en nuestro paseo matutino por el monte, entre moras silvestres, orquídeas y pinos. Y lo infaltable, aquellas tortillas de maíz de verdad, recién molidito, tortillas del tamaño de una plancha grande, unas tortillotas. Y luego, para rematar unos pancitos de la tía Leo

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