jueves, 16 de julio de 2015

cuento de xalapa, para nuestros hospedadores

Este cuanto va dedicado a Xol Y Vero , grandes amigos que hicimos aqui en Xalapa Volks
FICCIÓN DE ¼ VERDE¿
Xol y Vero parecían personas normales cuando los conocí hace unos años, cuando llegamos a aparcar frente a su casa y su estudio de diseño y serigrafía llamado ¼ Verde. Siempre fueron muy amables, demasiado amables podría decirse, amables hasta el extremo, a tal punto que decidimos tratar de entrar lo menos posible para no quitarlos de sus tareas diarias, como coser libretas, cortar cartón, beber cerveza o pasear a las hijas- perro. Aún así, cada vez que los veíamos o los cruzábamos por casualidad en la calle, nos preguntaban sobre nuestras vidas y nos ofrecían su ayuda y apoyo para lo que quisiéramos, ducha, lavadero o emergencias bañísticas (que eran las más importantes)
Con Bety empezamos a dudar de sus tratos y por momentos pensamos en huir. Pero para no ser tan paranoicas nos dimos chance de ver una película con ellos y sus dos animales, que por cierto habían bautizado con nombres muy extraños y de dudosa procedencia. Las dos veces que fuimos a ver películas a ¼ Verde echaron ciertos somníferos en nuestras bebidas, estoy segura que lo hicieron y sigilosamente lo continuaron haciendo durante nuestra estancia. Tanta bondad y nobleza en un mundo de carreritas y play station debía ser mentira, pero ¿ qué había detrás de ello?
Costó mucho darnos cuenta de algunas coincidencias claras y específicas que tenían las perras (de los nombres de dudosa procedencia) con otras muchachas viajeras que habían pasado antes por el taller de los chicos.
Bagel, aquella terrier escosés, desalineada con peinado punk, se parecía a Malena, una chica que Vero decidió invitar a su casa porque andaba viajando y le dio compasión. Auswitch, una Beagle orejona y haragana cuya afición era revisar y comer de la basura, se parecía enormemente a la adiposa Sonia, que se quedó unos días en el cuarto verde y arrasó con el refrigerador de la casa.
Un fin de semana Verónica y Xolalpa se infiltraron en nuestro plan de ir a la playa, llevarían a las perras, no pudimos negarnos ¿y si eran buenos por naturaleza? ¿y si la maldad y el misterio lo creábamos nosotros? Al encender la combi me llamó la atención que Xol llevara su libreta de conducir porque las que conducíamos eramos nostras dos. Quizás se pensaban regresar sin nosotras. Evité pensamientos de ese tipo y continuamos el viaje cantando. Los días fueron tranquilos y muy disfrutados por la tripulación, yo cocinaba por el temo de que echaran alguna sustancia extraña en nuestra comida. Todo parecía ir bien, hasta aquella noche de terror en que se desató una tormenta. Los rayos se lanzaban con rudeza sobre el mar. Xol empezó a tener mucha adrenalina y propuso un juego con las luces y la cámara de fotos en exposición lenta. Escribiríamos y dibujaríamos en la fotografía gracias a la pequeña luz de mi celular que curiosamente encontró Xol un día antes, es decir que hacía un año que tenía un celular de cuya luz nunca supe la existencia.
Todo era muy divertido, la tormenta cesó y nos encontramos viéndonos a la cara con mi compañera de viaje, ella ya no hablaba, le crecieron orejas, el pelo le comenzó salir de todas partes, la nariz se le deformó en un hocico y enseguida comenzó a respirar con la lengua de afuera. De inmediato me observé, traté de llevarme las manos a la cara para tocar que todo estuviera en su sitio, pero fue imposible, en su lugar habían dos patas alargadas y peludas. Vero y Xol nos comenzaron a acariciar la espalda. Escuché que dijeron – Ya vieron chiquitirris, nunca se iban a ir de aquí-

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