sábado, 1 de agosto de 2015

Un cuento en Michoacán

ILEGAL


Ellos sabían que era ilegal, más sin embargo se arriesgarían. Debían esconder la evidencia para pasar desapercibidos en el aeropuerto de Río de Janeiro y en el de México, pero antes estuvieron experimentando su funcionamiento en sitios apartados y escondidos. Era necesario calcular distancias, pesos, medidas, formas y finalmente realizar pruebas para que a la mera hora aquello no fuera un desastre. Cada corte debía ser exacto, cada movimiento minucioso. Las siete personas involucradas en el suceso debían actuar con seguridad y fe para que todo fluyera como estaba estipulado. Se acercaba el día tras un año de espera. Los esperaban en Paracho, Michoacán, para que pudieran realizar sin problema alguno, aquel acto tan penado en su país.
El primer desafío sería no llamar la atención en el aeropuerto y repartir en las diez maletas y en los equipajes de mano pequeñas piezas de aquello que reconstruirían entre todos al llegar al pueblo aquel. Debían enviar en el equipaje documentado la mayoría de las partes de aquel asunto prohibido pero otras partes iban disimuladas en el equipaje de mano. Uno a uno, con mucha seguridad fueron pasando por la aduana. Actuaban muy seguros de si mismos, sabían que cualquier trastabilleo haría dudar a los oficiales y echarían a perder la hazaña. Todos pasaron sin inconvenientes, como si no se conocieran entre ellos, para no causar curiosidad si a alguno de ellos lo pillaban. Unos se sentaron en asientos diferentes a esperar que el avión llegara por ellos, otros recorrieron los free shops, comprando algunos chocolates para entretener el paladar durante la espera.
El avión fue anunciado por el altavoz y sin apuro fueron sumándose a la fila los siete implicados, sin hablarse, pasando por desconocidos. Ya en el avión comenzaron a presentarse entre ellos, como si nunca antes se hubieran hablado. Ya tenían todo planificado, no pasarían diez horas en un avión aburridos, cuando podrían ir cantando la lambada y bailando. Entre copa y copa se hicieron grandes amigos y ya al desembarcar en México parecía que se conocieran de toda la vida. En México ya no había problema de que los descubrieran, allí todos esos asuntos eran legales. Los diez fueron por sus maletas y se dirigieron juntos a un metro que los acercara a la central de autobuses. Debían llegar a Paracho esa misma tarde para acudir a una reunión muy importante. El autobús era lento y el camino accidentado, rutas en reparación, algún camión volcado causaba el embotellamiento de los carros. Pero los brasileños ya llevaban con ellos unos tequilas adquiridos en el primer puesto de revistas del metro y nada los estresaba demasiado.
Al bajar en aquel pueblo remoto de Michoacán, los estaban esperando con unos cartelones inmensos. Se abrazaron con aquellos desconocidos que los aguardaban con tanta fe y se dirigieron, antes de pasar por el hotel a descansar, a la reunión que en Brasil hubiera sido clandestina. Una vez allí cada uno abrió su maletas y de entre los calzones y los calcetines, pasta dental y algún que otro suéter, sacaron los pliegos bien resguardados de aquellos globos de Cantoya que volarían los días siguientes en el festival.

jueves, 16 de julio de 2015

aventuras de casiopea

Las aventuras de Casiopea en: Tormenta con Ovni
Casiopea venía observando durante largo rato, desde su estacionamiento a una prudente distancia del mar y la luna, cómo el cielo hacía cortocircuitos en la noche sin estrellas. Al espectáculo lo precedía un estruendoso sonido que retumbaba sobre la tierra. Se veía en el horizonte una cortina de agua que avanzaba progresivamente. Casiopea sintió de un momento a otro que el cielo entero se desplomó llorando sobre su caparazón y fue allí cuando guardó su cabeza y esperó que aquel bello caos cesara. La tortuga en sus pensamientos intracaparazón, se compadeció de los cangrejos.
Pronto la tormenta aminoró su goteo por completo y Casiopea se atrevió a mirar. A la distancia una luz triple y misteriosa se movía con rumbo impreciso, llegó desde el mar y desapareció entre los árboles.
-Quizás es un ser de otro planeta– se dijo la tortuga temblando y guardó extremo silencio.
No temía por su vida, siempre pensó que los extraterrestres serían verdes como ella y eso le gustaba, pero algo la llenaba de incertidumbre. Si una nave llegaba y la chupaba para llevarla a otra galaxia todo se volvería muy impredecible, casi como en un sueño.
-¿Y si en los sueños vivo otras dimensiones?- pensó la tortuga y como intentando olvidar aquel suceso inexplicablemente alienado, fue cerrando sus ojos hasta quedarse dormida.

otro cuento de veracruz

Otro cuento que nace en Villa RIca
¿Qué piensan los cangrejos en las tormentas?
Hay una comunidad de cangrejos hippies a la orilla del mar en Villa Rica. En su adolescencia rebelde decidieron abandonar sus hogares e irse a vivir en un pequeño hoyo austero frente al mar.
Los pequeños, que no miden más de tres centímetros de ancho y hasta llegan a medir un solo centímetro, viven felices allí, reunidos con los de su tamaño y algún otro viejo cangrejo nudista.
El día de la tormenta eléctrica los cangrejos hippies se metieron en sus huecos y se pasaron toda la noche bailando, pensando que eran luces psicodélicas de discoteca aquellos rayos de luz que quebraban la cáscara del planeta.
Al día siguiente, cuando los camgrejos abrieron sus ojos, todo a su alrededor estaba roto, torcido y mojado, pero los cangrejos prefirieron mirar el cielo de acuarelas rojas y amarillas. La austeridad de sus huecos sin techo les permitían esa calidad de lujos. La principal enseñanza de sus antepasados era la caminata de lado, no hacia adelante como lo suelen hacer la mayoría de los habitantes de este planeta, sino de costado. Así verían el mundo de un modo distinto, con ojos laterales, por ello fue que aquel día pudieron observar el amanecer en el oriente y en el poniente un arco iris inmenso que tenía su tesoro de monedas de oro justo en el cerro aquel, desde donde los indígenas divisaron la primera nave con españoles que surcaba el horizonte.
Los cangrejos hippies, después de ver la belleza de la playa y encontrar las coordenadas exactas donde se hallaría el tesoro, planificaron una expedición al cerro para hacerse ricos. Pero entre las platicas llegó el sueño, el cansancio acumulado de la noche disco y se durmieron una larga siesta donde todos soñaron que empezaban a caminar hacia adelante y descubrieron que las arañas deben ser sus parientes terrestres.

jugando con amigos en xalapa

https://www.youtube.com/watch?v=GWbM_PTIaHk&feature=share

cuento de xalapa, para nuestros hospedadores

Este cuanto va dedicado a Xol Y Vero , grandes amigos que hicimos aqui en Xalapa Volks
FICCIÓN DE ¼ VERDE¿
Xol y Vero parecían personas normales cuando los conocí hace unos años, cuando llegamos a aparcar frente a su casa y su estudio de diseño y serigrafía llamado ¼ Verde. Siempre fueron muy amables, demasiado amables podría decirse, amables hasta el extremo, a tal punto que decidimos tratar de entrar lo menos posible para no quitarlos de sus tareas diarias, como coser libretas, cortar cartón, beber cerveza o pasear a las hijas- perro. Aún así, cada vez que los veíamos o los cruzábamos por casualidad en la calle, nos preguntaban sobre nuestras vidas y nos ofrecían su ayuda y apoyo para lo que quisiéramos, ducha, lavadero o emergencias bañísticas (que eran las más importantes)
Con Bety empezamos a dudar de sus tratos y por momentos pensamos en huir. Pero para no ser tan paranoicas nos dimos chance de ver una película con ellos y sus dos animales, que por cierto habían bautizado con nombres muy extraños y de dudosa procedencia. Las dos veces que fuimos a ver películas a ¼ Verde echaron ciertos somníferos en nuestras bebidas, estoy segura que lo hicieron y sigilosamente lo continuaron haciendo durante nuestra estancia. Tanta bondad y nobleza en un mundo de carreritas y play station debía ser mentira, pero ¿ qué había detrás de ello?
Costó mucho darnos cuenta de algunas coincidencias claras y específicas que tenían las perras (de los nombres de dudosa procedencia) con otras muchachas viajeras que habían pasado antes por el taller de los chicos.
Bagel, aquella terrier escosés, desalineada con peinado punk, se parecía a Malena, una chica que Vero decidió invitar a su casa porque andaba viajando y le dio compasión. Auswitch, una Beagle orejona y haragana cuya afición era revisar y comer de la basura, se parecía enormemente a la adiposa Sonia, que se quedó unos días en el cuarto verde y arrasó con el refrigerador de la casa.
Un fin de semana Verónica y Xolalpa se infiltraron en nuestro plan de ir a la playa, llevarían a las perras, no pudimos negarnos ¿y si eran buenos por naturaleza? ¿y si la maldad y el misterio lo creábamos nosotros? Al encender la combi me llamó la atención que Xol llevara su libreta de conducir porque las que conducíamos eramos nostras dos. Quizás se pensaban regresar sin nosotras. Evité pensamientos de ese tipo y continuamos el viaje cantando. Los días fueron tranquilos y muy disfrutados por la tripulación, yo cocinaba por el temo de que echaran alguna sustancia extraña en nuestra comida. Todo parecía ir bien, hasta aquella noche de terror en que se desató una tormenta. Los rayos se lanzaban con rudeza sobre el mar. Xol empezó a tener mucha adrenalina y propuso un juego con las luces y la cámara de fotos en exposición lenta. Escribiríamos y dibujaríamos en la fotografía gracias a la pequeña luz de mi celular que curiosamente encontró Xol un día antes, es decir que hacía un año que tenía un celular de cuya luz nunca supe la existencia.
Todo era muy divertido, la tormenta cesó y nos encontramos viéndonos a la cara con mi compañera de viaje, ella ya no hablaba, le crecieron orejas, el pelo le comenzó salir de todas partes, la nariz se le deformó en un hocico y enseguida comenzó a respirar con la lengua de afuera. De inmediato me observé, traté de llevarme las manos a la cara para tocar que todo estuviera en su sitio, pero fue imposible, en su lugar habían dos patas alargadas y peludas. Vero y Xol nos comenzaron a acariciar la espalda. Escuché que dijeron – Ya vieron chiquitirris, nunca se iban a ir de aquí-

Cuento surgido en Xalapa

Para Moni
“El conejo anda de noche,
anda en busca de fortuna,
con la tinta del derroche
logró pintarse en la luna”

Versos de “El conejo”-Son Jarocho
En la luna de México vive un conejo, se lo puede ver con sus orejas levantadas observándonos a lo lejos en las noches de luna llena. Varias leyendas mexicanas narran cómo fue que dicho conejo terminó allá arriba.. Uno, iluso, desconfiando de la tradición oral se cuestiona cómo aquellas fantasías o respuestas inventadas a excentricidades de la naturaleza, pueden repetirse en lugares tan distantes e incomunicados. La imaginación colectiva, la creatividad de los pueblos han llevado a inventar ciertas teorías de ficción sobre sucesos inexplicables. Esto es lo que yo pensaba acerca de el conejo de la luna, hasta que un día mi amiga Moni se encontró con un conejo alvino a las tres de la mañana en un sitio totalmente inesperado.
El conejo había estado dando vueltas por toda la ciudad de Xalapa, esperando que alguien lo encontrara para transmitir el legado tan importante por el cual había sido enviado. La luna, por supuesto, debía estar llena aquella noche. Los transeúntes que lo vieron lo ignoraron completamente, alguno que otro lo señaló y le indicó a sus amigos de su presencia, pero de inmediato los demás lo tildaron de loco y continuaron con sus ocupaciones nocturnas. Al conejo le llamó la atención que nadie se interesase por él, en su labor anterior hacía más de cien años había estado en Inglaterra y hasta había conseguido que se editara un libro acerca de los aprendizajes que aquella niña había descubierto al perseguirlo.
Tras horas de caminar sin rumbo por la ciudad en la noche, llegó a la conclusión de que quizás la mente humana borre y descarte aquellas cosas que no pueda explicar racionalmente, es quizás por su preferencia estimulante del hemisferio cerebral izquierdo. El conejo se detuvo y miró a su luna, pensó que quizás sus cien años de espera para realizar la siguiente misión, habían sido en vano. Desde la sociedad victoriana a la modernidad tecnológica había una gran diferencia. Los padres a veces amarraban a los niños con las mismas correas que a los perros y cuando los niños se detenían a observar a algún animalito fuera de lo común, los padres jalaban de la cadena sin mirar siquiera qué ocurría. Por ello nadie lo seguiría aquella noche, pensó, y por consiguiente no tendría a quién compartir su revelación. En medio de sus deducciones el conejo escuchó una voz alerta.
-Oye, ¿que haces ahí?¿vienes conmigo?- le preguntó Moni, como si se le hiciera natural eso de andar encontrando animales extraviados en el ambiente noctámbulo.
El conejo la comenzó a seguir, viendo cambiados los roles anteriores que se habían dado hacía un siglo allá por el Támesis. Un tanto espantado se preguntó qué le podría suceder si en lugar de ser perseguido, perseguía. La chica siguió a su paso, permitiendole al conejo tomar el rumbo que quisiera, pero el conejo sorprendido por aquella pregunta -¿vienes conmigo?- decidió llegar hasta donde lo guiara ella. Mónica tomó la llave de su casa y abrió la puerta. -Mucho más sencillo que encogerse y agrandarse tomando brebajes extraños para conseguir una llave- pensó el viejo conejo.
Luego abrió otra reja y descendió con calma unas escaleras – Mucho más sencillo que caer en un pozo sin fin – pensó el conejo – tal vez tomé una mala decisión al seguirla, quizás me quiera guisar- concluyó al ver otros dos conejos que en el jardín se correteaban. Dudoso comenzó a inspeccionar el jardín, la chica se había tumbado en su cama y se oían a través de la puerta sus ronquidos.
-Debo huir o sino mañana acabaré en la sopa- el conejo busco hoyos por donde escapar pero solo consiguió la risa de los demás conejos que le decían que jamás podría escapar de esa cárcel de humanos, que día a día los ponían más gordos para luego almorzarlos. Le enseñaron la supuesta olla donde ya habían guisado a otros de sus compañeros, le comentaron que a los conejos alvinos los preparaban al vino tinto. El conejo miró una vez más a su luna sin conejo y le rogó ayuda. El pobre lunático nunca supo que los conejos gordos solamente estaban celosos de que él les usurpara la atención que ellos recibían allí, mimos, alimento, cariño, y que por ello le inventaban aquellas atrocidades.
El conejo alvino estuvo unos días allí, siendo el centro de atención de los niños que lo cargaban y lo alimentaban.
-Estoy engordando mucho pensó, no quiero que me preparen en guisado, debo ver cómo regresar a mi luna antes de que crezca demasiado y no entre en ella y además debo regresar antes de la luna nueva- reflexionaba el conejo elaborando un plan de escape.
Noches después mientras Mónica estaba muy entusiasmada colocando carteles por toda la ciudad con la fotografía del conejo perdido, el lunático hizo de las suyas. En el tronco de aquel aguacate encontró el mismo hoyo por el cuál se lanzó con Alicia. Miró la luna que ya estaba por la mitad. Se preocupó, debía contabilizar el tiempo, se metió en la tienda de campaña de Mónica para observar la hora del celular, a falta de reloj de bolsillo. Aquella noche se la pasó corriendo al rededor del aguacate para adelgazar algunos quilos y así poder caber de regreso en su luna. Tenía el tiempo contado. La mañana siguiente el lugar se llenó de gente que venían a preparar guisados, el alvino aprovechó la distracción de las personas y se lanzó por el túnel del hueco del aguacate. Tardaría doce horas en caer atravesando la tierra y el espacio hasta estamparse nuevamente sobre la luna.
Pocos fueron los que comprendieron la desaparición del conejo blanco, solo Morelia, una perra que le gustaba aullar a la luna notó la ausencia del conejo durante sus días terrestres.
Quizás el conejo tenia razón, la mente humana ignora aquello que su raciocinio le impide comprender.
clara

Cuento surgido en Morelia

Ayer una parejita nos quizo reparar el calzado como agradecimiento por los titeres, quedamos con los zapatos impecables y nos pareció un gesto impagable el que ellos tuvieron con nosotros, aqui les hicimos un cuento, proximamente, las fotos.
Para Fernanda y Daniel.
Morelia, julio 2015.
“El pie del niño aún no sabe que es pie
y quiere ser mariposa o manzana (….)”
Al pie desde su niño. Pablo Neruda.
LOS ZAPATEROS ZAPATEADORES
Ellos se sentaban a esperar en los parques a que la gente se les acercara, o salían tras los zapatos más necesitados para darles el servicio merecido. “Zapatero”, anunciaba un cartel pintado sobre un triplay en el suelo. A un lado se hallaba el pie sobre donde hacían la tarea de martillar los zapatos en reparación, al otro lado una bella muchacha zapateaba mientras nadie les solicitaba su trabajo, junto a ella su novio cosía una suela con mucha facilidad.
La zapatera zapateadora comenzaba a bailar con los señores que estaban sentados en las bancas y luego de aquella chispa de vida regalada, procedían a bolearse los zapatos o a reparar aquel agujero que enseñaba el dedo gordo del pie hacia más de veinte años. Los ancianos que bailaban con ella, al colocarse los zapatos acondicionados por él, se largaban bailando y zapateando como si la edad no les doliera en el cuerpo.
Los zapateros zapateadores tenían una teoría transmitida de generación en generación: los pies, antes de andar por el suelo caminando, volaban en el cielo. Sólo tenían permitido volar en el día, les decían que la noche era peligrosa; animales malignos aprovechaban la noche para hacer de las suyas. Los pies respetaban mucho las leyes. Los obligaban a andar con calcetines, medias o zapatos y los pies sólo se desnudaban para hacerse la pedicure. Era obligatorio usar talco. Otra regla de convivencia era que las medias del mismo color estuvieran separadas, en diferentes barrios.
El gran problema surgió cuando a la media naranja, por culpa de los medios de comunicación, le dio por buscar a su media naranja. Se fue de barrio en barrio para encontrar su par hasta que lo halló. Se armó tal escándalo en aquella sociedad moralista de pies, que les hicieron un juicio donde les decretaron pena de muerte. Esa misma noche las medias naranjas planearon un escape forzado, vencieron sus miedos y comenzaron a volar en la noche. No podían creer lo que veían, el cielo estaba tapizado de unos diamantes que formaban figuras en el firmamento y contaban historias. También conocieron la luna, les tocó una uña fina, un párpado cerrándose. Las medias naranjas se quedaron horas mirando la luna, no podía ser aquello un monstruo maligno, los habían estado engañando para que no conocieran la realidad, los secretos de la noche. Se durmieron contemplando el cielo y al despertar decidieron revelar aquel secreto a toda la sociedad de pies. Se quitaron las medias para que no las reconocieran y gritaron la verdad acerca de la noche por todos los barrios.
Aquel que creaba las leyes para los pies estaba desconcertado, su mundo estaba fuera de control. Tras consultarlo con su médico de cabecera llegaron a una conclusión, a los pies desnudos los castigarían quitándoles las alas, condicionándolos a vivir sobre la tierra de por vida. A los demás pies les recetarían unas pastillas para borrar los recuerdos. La orden fue dada y ejecutada. Aquel que creaba las leyes quiso dormirse hasta que el trabajo sucio estuviera terminado. Al levantarse, su médico de cabecera le informó de la rebelión, todos los pies se habían quitado sus vestuarios para exigir que se les permitiera volar por la noche. Los súbditos de su señoría (aquel que creaba las leyes) hicieron caso omiso a la orden que les fue dada y castigaron a todos los pies desnudos, por consiguiente ya no habían más pies en el reino. Todos estaban sobre la tierra caminado descalzos.
Aquel que creaba las leyes estaba deprimido y desconsolado porque no tenía a quien dominar, entonces decidió que trataría de hacer lo posible para que los pies tuvieran problemas sobre la tierra: inventó los cayos, los juanetes, la uña encarnada, pie de atleta. Enviaba a su médico de cabecera como infiltrado a la tierra para ofrecer estos medicamentos intervenidos para hacerle mal a los pies. -Ya regresaran solos – pensaba – cuando se den cuenta que es más difícil vivir libres y desnudos.
Muchos pies desearon regresar, estaban enfermos, los dedos gordos se hinchaban más y se ponían colorados, estornudaban y tosían porque no tenían como abrigarse. Pero los pies que antes llevaban las medias naranjas los convencían de resistir, hicieron un pequeño taller de zapatos para los climas fríos y dieron talleres para tejer calcetines de lana. Pero la población crecía desmedidamente y todo comenzaba a salirse de control también en la Tierra. Los talleres ya no daban abasto, entonces inventaron una fábrica de zapatos y otra de calcetines. Todo se industrializó y comenzó a llenarse de humo y trabajos forzados. Pero ningún pie regresó al cielo, ya no supieron volar sin alas. Pocos pies veían la noche, el frío los hacía cubrirse hasta las narices. Pocos pies se atrevieron a mojarse en los ríos o en la orilla del mar, les daba pudor desnudarse y que los vieran.
Fernanda y Daniel no podían permitir aquella soledad de los pies -Los pies fueron hechos para volar por la noche- decía ella – no para estar encerrados en la tierra o en el cielo.
-Hay que devolverles la gracia y la libertad- completaba el zapatero.
Por eso hasta hoy se los ve, por el mundo caminando con sus bolsas de herramientas, reparando calzados, reparando pisadas y pies con algunos pases mágicos que los abuelos les enseñaron.


Clara

Nota periodistica Xalapa 2

http://www.eltemadehoy.com.mx/el-grito-de-munch/item/2795-artes-escenicas-y-cultura-alternativas-para-sensibilizar-a-la-poblacion

Cocinando con amigos en Xalapa

https://www.youtube.com/watch?v=vf2lFn-BE6c&feature=share

Notas periodísticas en Veracruz

http://www.radiover.info/fotografia/876/el-espectaculo-de-dar-vida.html#.VahHTka23IV

sábado, 13 de junio de 2015

 Ha pasado ya una año desde que emprendimos este viaje, partimos el 10 de mayo del año 2014.
El mapa de México ha sido todo rayado por líneas totalmente desordenadas, uniendo puntos totalmente opuestos de un momento a otro, marcando el recorrido de nuestra cada vez más querida tortuguita Casiopea.
Empezando en un orden relativamente lógico, gracias -o a pesar- a una cabeza más esquemática que uno tiene antes de empezar a viajar (hemos ido perdiendo no sólo los esquemas, sino tambien la cabeza), comenzamos recorriendo, desde Playa del Carmen, los siguientes sitios:
Tulum: disfrutamos de una laguna bella y el atardecer más bonito que nos pudo despedir.
Valladolid: la ciudad fantasma, sólo había gente fuera de la Iglesia
Mérida: un Zócalo hermoso, donde los fiscales nos intentaron quitar cuando fuimos a actuar, pero el pueblo nos quiso defender.
Progreso: playas muy bonitas y gente muy amable. Dimos nuestros primeros talleres, de cocina y de reciclado. Fuimos por Corchito,un brazo del mar que hacía unas albercas cristalinas,un sitio protegido gracias a los pescadores del lugar.
El Cuyo: un pueblo de pescadores donde inventamos cuentos con los niños y jugamos a la lotería y a las escondidas. Gracias a nuestra amiga Marlene que se dedicaba a cuidar el dehove de las tortugas de mar pasamos momentos memorables.
Calakmul: naturaleza , sitio arqueológico, un amigo nuevo, biólogo, que nos explicó cómo funciona la selava.
Campeche: calor incalmable sin playas que den directo al mar, tuvimos que lanzar una cubeta amarrada a una soga.
Veracruz: cruzamos rápido, saludamos el pico nevado y seguimos a Puebla, venía una tormentota.
Puebla: visitar familia, trabajar en zócalo.
DF: una escuela nos recibió con el taller.
Tlaxcala: fuimos a conocer el museo del títere en Huamantla y echarnos un Pulque curado.
Pachuca: pueblo de mineros, quedamos encantadas por el chocolate y los pastes, el pueblo hermoso, entre la niebla y las casas viejas pero bien cuidadas, otro tiempo hay ahi.
Oaxaca: ciudad bella, cultura a flor de piel, mercados, amigos, Hierve el agua, cascada petrificada, árbol gigante: el Tule. Talleres en biblioteca. Obras en la Plazuela del Carmen Alto... Grandes amigas y grandes consejos, Úrsula y Giovanna. Separación del grupo, Viky y Gue se adelantan a Chiapas y continúan su viaje.
El Coyul: Pueblo en la carretera que nos recibió con mucho ánimo y nos platicó muchas cosas, dando lugar a unos cuentos.
Juchitán: de paso con una amiga.
Tapanatepec: una familia nos hospedó en su jardín.
San Cristobal: el lugar que nos hizo perder la cabeza y comenzar a otro ritmo y con más atención y menos prisa. Casiopea enferma varias veces. Vamos a varias comunidades de resistencia, a una de permacultura, trabajamos en calle y en cafés. Llega con nosotros Tito (la marioneta de Betty), a darnos mucha felicidad. Conocemos un mundo de grandes amigos con quienes decidimos viajar de regreso a Oaxaca, pero por la costanera: Tapanatepec, Salina Cruz, Playa Brasil, Huatulco, Juchitán (trabajar en mercado), Mazunte, Puerto Escondido etc etc etc.

Todo continúa, pero es más fácil contarlo con las sensaciones, como una pincelada de vivencias. Allí están las fotos. Amigos, talleres, obras, música, paisajes, anécdotas, títeres, naturaleza, familias, ciudades, pueblos. Recorrimos luego, nuevamente Puebla, Df, (en un festival de Son Jarocho) y Veracruz, principiando por Córdoba, yendo a un colegio y luego Tlacotalpan para la fiesta de la Candelaria. Son Jarocho inyectado en venas! Luego Xalapa, con grandes amigos donde aparcamos y donde nos movimos, un mundo de titiriteros geniales, participamos en el festival de títeres para adultos y fuimos invitadas por unos chicos de la Casa de Nadie a un centro de rehabilitación de niños con discapacidades a actuar con nuestro negrito Tito, cantando un poco de Son Jarocho. Realizamos también nuestra primera exposición fotográfica, con poco público (3 personas) pero muchas ganas y expectativas para la próxima vez.

Agradecemos enormemente a todos estos personajes que nos han acompañado y dado fuerzas, emoción, enseñanzas, abrazos y duchas de agua caliente!  

cuento: escondites



Un niño estuvo varios días observando el recorrido de un gusanito en su jardín. Tenían un gran árbol, una morera y al niño le interesó un gusano en especial. Durante semanas lo espió a corta distancia: lo miró masticar las hojas, lo vio cambiar de piel, de color y de forma, lo vio crecer y lo vio enredarse en una seda fina hasta quedar completamente cubierto. El niño estaba desorvitado, varias nosches las pasó junto al capullo, observaándolo con una veladora. Hasta que un día cansado y tratando de comprender al pequeño gusano oculto, decidió presentarse y explicar quien era.
  • ¡Sólo quería ser tu amigo, no temas, sal de ahí, no te quería hacer daño!- le rogaba dulcemente.
De pronto del blando capullo se asomaron unas patas de otro bicho y rompieron aquella capa, de la que salió volando una polilla muy grande que le revoloteó tras las orejas.

El niño no podía hablar, aquello era sorprendente, la mariposa le había revelado un gran secreto.

Cuento-juego. En San José del Pacífico, Oaxaca


BEBIDAS INTERNACIONALES


Apareció de pronto frente a él, una roja y extraña taza, con un popote largo, como una trompa, de plata y él quedó enamoradísimo. Acostumbrado a ver cuencos de cerámica, como él, llenos de chocolate o café de la Sierra, quedó sorprendido con aquella “mate”, según le decían los chicos que en la cafetería habían llegado con aquella belleza. Ella le guiñó un ojo y le lanzó un beso en el aire. Él ofreció una de sus margaritas que tenía pintadas. Estuvieron largo rato platicando, intercambiando experiencias de vida. Él contó desde que lo fabricaron y lo metieron al horno para que se cociera el barro con el que estaba hecho, hasta que anduvo de feria en feria intentando que lo compraran, terminando en San José del Pacífico, en aquella cafetería, a la que legaba gente muy diferente de todas partes del mundo, pero que según él, nunca habían traído hasta el momento un recipiente tan bonito como la “mate”. Ella le contó que todos los días viajaba con esos muchachos y que no había un solo día que no prepararan el agua caliente para tomar de ella. Somos de Argentina, comentó la “mate” como con pesar, porque cada vez que comentaba aquello la consideraban pedante y le hablaban menos. Pero al tazón pareció no importarle.
El tazón comenzó a sentir celos cada vez que los muchachos intentaban beber de la “mate”. Él comenzaba a sentir un poco de frío, porque ya le habían bebido el chocolate. Sabía que pronto el mesero lo retiraría de la mesa y ya no vería jamás a la taza roja. Entre las pláticas cortadas por los sorbos de mate, llegaron a un acuerdo. Ambos querían volver a verse, pero no era factible que los muchachos regresaran a la cafetería, porque habían contado las últimas monedas de sus bolsillos para pagar la cuenta.
Organizaron un plan: él debía de brincar dentro de un morral cuando estuvieran distraídos y de esta manera se irían juntos para siempre. Todo estaba fríamente calculado. El chico estaba totalmente hipnotizado con una computadora, su mujer había ido de excursión al baño, la otra chica veía la lluvia caer y la otra escribía sin parar. Con todo el apoyo de la “mate” el tazón comenzó a dar pequeños brinquitos. El mesero comenzaba a acercarse desde la cocina. El tazón apuró el paso, tratando de pasar desapercibido, llegó al borde de la mesa con el fondito de chocolate muy agitado. Observó exactamente dónde debía caer, en el morral entreabierto que colgaba del respaldo de la silla. El mesero estaba a dos pasos de la mesa y aún no lo había visto cuando se decidió a brincar.

La taza roja se acercó al borde de la mesa. Había escuchado un estruendo que le paralizó la yerba mate. Encontró a su lado un pétalo de margarita que el tazón le había obsequiado con la dulzura que un chocolate caliente puede brindar y debajo, en el piso de madera... no quiso mirar más!
El mesero incriminó al muchacho.
-¡Yo no fui , lo juro!- Se defendió conflictuado cuando las chicas lo voltearon a ver.

Una de ellas sirvió agua caliente en el mate, al que le habían dibujado, con anterioridad, dos ojitos. La que fue a beber se quedó petrificada.
-¡Mirá!¡ El mate está llorando!

El legado de un Limpia botas. Cronopios de Cortázar.

Un cronopio en México
I.
Cada cual tiene sus encuentros simbólicos a lo largo de la vida. Algunos son ilustres, por ejemplo el que sucedió en el camino de Damasco, o ese otro en que alguien se encontró de golpe con una manzana que caía, e incluso aquél, fortuito, de una máquina de coser con un paraguas encima de una mesa de disecciones. Encuentros así, que proyectan a la inmortalidad a los Newton, los Lautréamont y los San Pablo, no les ocurren a los pobres conopios que tienden más bien a encontrarse con la sopa fría o con un ciempiés en la cama. A mí me pasa que me encuentro con lustrabotas en casi todos mis viajes, y aunque esos encuentros no son nada históricos, a mí me parecen simbólicos entre otras cosas porque cuando no estoy de viaje jamás me hago lustrar los zapatos y en cambio apenas cambio de país se me ocurre que uno de los mejores puestos de observación son los banquitos de los lustrabotas y los lustrabotas mismos; es así que en el extranjero mis zapatos reflejan los paisajes y las nubes, y yo me los quito y me los pongo con una gran sensación de felicidad porque me parecen la mejor prueba de que estoy de viaje y que aprendo muchísimas cosas nuevas e importantes.
Es por eso que hace algunos años escribí la historia de uno de mis encuentros con un lustrabotas, y creo que ese texto bastante nimio fue muy leído en América Latina aunque su acción se desarrollaba en Nueva Delhi. Ahora que vuelvo de México siento la obligación de contar otro encuentro parecido, que tuvo por estrepitoso escenario el zócalo de Veracruz una mañana muy caliente del mes de marzo. Me doy perfecta cuenta de que los espíritus áticos encontrarán poco elegante iniciar una historia de viaje con un lustrabotas, pero a mí el aticismo ha dejado de quitarme el sueño hace rato y en cambio la silla del artista era perfecta, con ídolos deportivos pegados por todas partes y una tendencia a perder una pata trasera que obligaba a una gran concentración por parte del cliente. Mi lustrabotas debía tener diez u once años, es tan difícil saber la edad de un niño pobre, y a mí me parece ofensivo y estúpido preguntársela porque es exactamente la pregunta que todo el mundo les hace a los niños, incluso a los ricos, desde los tiempos de Pepino el Breve, con lo cual los niños lo saben atávicamente y al contestar miran con ese desprecio que casi siempre merecen los adultos. Por lo demás esa mañana la función de contestar parecía ser la mía, puesto que apenas me instaló el zapato derecho en su cajita multicolor, mi joven amigo quiso saber si yo era gringo (él dijo amablemente americano), y mi negativa en correcto español lo dejó dubitativo. Bueno, entonces yo no era gringo pero tampoco era mexicano. Admití el hecho tan importante para muchos de ser argentino, y eso lo satisfizo a lo largo del primer zapato, pero al comienzo del segundo quiso saber si la Argentina estaba donde Guatemala.
Me costó preguntarle a mi vez si nunca había visto un mapa de América del Sur. Dijo que sí, pero era un sí lleno de no, un sí de pudor que me instó, más avergonzado que él, a explicarle con una especie de dibujo en el aire que ahí México, y más abajo Venezuela y todoelbrasil, hasta que al final, ves, el continente termina como un zapato que nunca podrías lustrar tú solo, y eso es la Argentina. (Yo fui profesor de geografía en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, de 1940 a 1945, por si alguien no está enterado de este vistoso aspecto de mi curriculum).
Volviendo al primer zapato con el perfeccionismo propio de su arte, mi amigo meditó un buen rato antes de hacerme la pregunta final:
–¿Y cuánto le cobró el taxi de la Argentina a Veracruz?
Se comprenderá que el resto carecía de importancia. Expliqué, claro, dije lo que había que decir en materia de aviones y barcos, pero de alguna manera ya sabía que no había puente y que de nada serviría hacerle comprender ese hecho concreto puesto que su pregunta mostraba tan horriblemente lo otro, la ignorancia de todo lo que no fuera su circunstancia inmediata, el miserable círculo de betún en torno a su baquito de lustrar. Sólo me quedaba reír con él, un par de bromas, darle el doble de lo que esperaba como pago para que su última ria fuese aún más bella, y marcharme con mis zapatos relucientes y el corazón lleno de polvo.
(Los cronopios no somos proclives a las moralejas, y esta pequeña historia no la tendrá; prefiero pensar un mundo –y luchar por él– en donde ya no sean posibles encuentros como éste. América Latina paga el precio agobiante de la explotación que hace el imperialismo de sus riquezas propias; lo que no siempre se ve es el precio que paga en inteligencia natural ahogada por la miseria. Mi pequeño lustrabotas tenía esa curiosidad vigilante que alimenta la inteligencia y la vuelve visible y activa; pero ninguna escuela, ninguna pizarra, ningún maestro habían orientado esa fuerza que giraba en el vacío. Una vez más, en Nueva Delhi o en Veracruz, Shine, shine, shoe-shine boy. En inglés, claro.)

Julio Cortázar . Papeles inesperados

Thea y Friné. Tlacotalpan, Veracruz.

 Thea aprendió a volar con su mamá, Friné. Friné tenía una mochila gigante donde podía guardar su casa y sacarla cuando le hiciera falta. Su pequeña hijita antes de aprender a caminar supo como volar. Se tomaban de las manos en cualquier carretera, lanzando una moneda al aire elegían que dirección tomar y agarrando las corrientes de aire más favorables se dirigían al rumbo que el destino les deparara. La mochila tenía un paracaídas que las ayudaba a caer con gracia en el medio de las ciudades. Una vez cayeron en medio de un pueblito que le gustó mucho a Friné, donde se dio cuenta que habían pasado mucho tiempo volando, que la niña pequeñita ya tenía veinte años y las alas cansadas. Descansaron un tiempo terrestre, feliz y acuático.
Hasta que a la pequeña Thea ( porque siempre fue de tamaño minúsculo, para agarrar mejor las corrientes de aire) descubrió un nuevo artefacto, con el cual podría volar sin alas: era una bicicleta. Y lo mejor era que con la bicicleta llegaba un compañero que le enseñaría a pedalear sin miedo, a reparar y solucionar cualquier inconveniente en el aparato, a salpicar charcos, brincar hoyos y hasta perseguir mariposas. Era hora de rodar por el mundo, su alma voladora no desistiría por el cansancio de una vida entera volando.
Su mamá le dio un beso cariñoso y le regaló su gran mochila.

Antes de partir Thea consiguió un papalote, papalotl, mariposa en nahuatl... cometa en sudamérica y lo amarró fuertemente al manillar de su bicicleta. Así ella llevaría como estandarte el legado de su infancia y en las cornisas peligrosas de las altas montañas donde las piernas se cansan, le mostraría a su compañero la belleza de volar y de tirar al aire una moneda para dejarse atrapar por las corrientes de aire más favorables.

Bruja de metro (creado en DF)

BRUJA DE METRO

En el metro del Distrito Federal andan unas ancianas que parecen inmortales y nadie les cede el asiento. Agarradas como pueden se pasan cantando melodías incomprensibles que se asemejan más a conjuros en latín. Todas ellas andan solas y van cargando mucho peso en morrales que se apilan sobre sus espaldas dobladas. Nadie sabe si están solas en la vida. Van descalzas, sus dedos de los pies son negros como el alquitrán y sus tobillos igual de finos que sus brazos. Visten tanto en invierno como en verano con faldas floreadas y delantales enmohecidos sobre finas blusas que alguna vez fueron blancas. Son las inmortales brujas del metro, que se vuelven invisibles, que nunca se cansan, que caminan veloces y suben y bajan las escaleras con más facilidad que las quinceañeras.
En el metro andan tambien los niños ancianos, que hablan con voz de merolico, recitando textos iguales a los demás vendedores adultos. Pero son niños que no superan los diez años de edad y que en su mirada cargan la amargada infancia de juegos y risas silenciados por el mundo subterráneo.
Su mundo sumergido debajo de la gran ciudad es un mundo donde lo correcto es ocultarse, pasar desapercibido ante los policías. El mundo del miedo, del mercado secreto “underground”.
El camino de hormigas, el hormiguero que une toda la ciudad y la perfora dolorosamente es también el centro comercial de los deseos. Cualquier cosa que un pasajero desee aparecerá en el vagón del tren: -pomadas que curan el reuma, la artrosis, la peste bubónica y el cólera, botellas de agua de la llave, afeitadoras eléctricas e inalámbricas para que puedan afeitarse mientras manejan, máquinas de coser agujeros de calcetines viejos, pelotas que tienen la consistencia de chicle, libros de ilusiones ópticas que hacen que las ilustraciones caminen y se salgan de las hojas, auriculares de chícharo que oyen los secretos más profundos del alma-. Todo por veinte pesos.
Dentro hace calor, un calor pesado y denso de inframundo. Los bebés son los que más lo aguantan, o los que menos se quejan. Van tapados hasta las orejas con las cobijas mientras a sus madres se les derrite la cabeza con grandes gotas de sudor que golpean contra el piso del metro, haciendo resvalar a las viejecitas de madil enmohecido.
Estuve observando que las viejas aquellas nunca se salen del metro. Calculé que son ellas las que controlan toda la mafia del hormiguero, que se alimentan del egoísmo de los caballeros que no le seden el asiento, de la frialdad de la gente que no se voltea a mirar la pobreza circundante y de la desgracia de aquellos que no creen nada que no puedan confirmar con datos exactos. Porque en los vagones se meten los mejores actores, los más convincentes, los mudos que hablan, los ciegos que ven, los cojos que bailan.
Cuando observé aquello me propuse perseguir a las viejecitas hasta su destino final. Seguramente notaron mi intención con los auriculares de chícharo porque se volvieron invisibles. Estuve horas buscándolas, subiendo y bajando escaleras, entrando y saliendo de todos los vagones y no encontré a ninguna. Me quedé dormida en un vagón y apenas desperté cuando éste, ya detenido por completo, apagaba sus luces y cerraba herméticamente sus puertas para abrirlas al día siguiente.
El silencio colmó mi incertidumbre. Me sentí atrapada en un sueño feo de la infancia. Me acurruqué en mi asiento y me dispuse a soñar para que las horas se ablandaran y se hicieran más rápidas. Detrás de una banca se abrió una compuerta y con un candelabro apareció la primera bruja y tras ella otra y otra más. Hasta que el vagón se llenó de candelabros y se aplacó el frío de la madrugada.
Las señoras comenzaron por intercambiar una serie de elementos diferentes como servilletas, cáscaras de frutas, plumas, dulces, cabellos, cucharas y aretes sin par. El tren se mantenía en silencio y las voces de las viejas sonaban como grillos en la noche. Tras una observación minuciosa de todo lo rescatado aquel día y tras unos cánticos en latín con movimientos flamencos en sus faldas, una de ellas comenzó a hablar mi idioma.
-Hoy la curiosidad trajo con nosotras a una muchacha del mundo exterior- exclamó apuntándome con su índice alargado y torcido. Yo preferí fingir que dormía.
-Ya somos demasiadas- continuó – debemos evitar los curiosos, todos deben marchar como borregos y no reparar más que en sus propias preocupaciones, debemos hacer algo con esta mujer o nos va a delatar con los de afuera.

La bruja tomó la cuchara y me peinó la pestaña. Al mostrarme un espejo sentí que todo en mi cambiaba y me provocó una náusea. Al llevar mis manos a la boca las vi, ya no eran las mismas manos sino unos dedos sucios, alargados y torcidos.

Espejismo, Cuento creado en La Pitaya, en Xalapa

ESPEJISMO

Cada sábado Goyo esperaba con ansias la llegada de Ramón, como a él le gustaba llamarlo. Cada vez que se volvían a ver, después de aquel enamoramiento a primera vista en el auto de Pablo, era maravilloso. Se podían quedar horas mirándose sin decir nada y aunque Ramón nunca salía del auto, Goyo sentía que lo quería cada vez más y que no hacían falta las palabras para que aflorara aquel gran amor. Ramón siempre respondía a los besos de Goyo y a Goyo siempre le gustaba cantar como un jilguero al oído de Ramón, para mantenerlo bajo su encanto.
Cuando Goyo se quedaba solo, tras la partida de Pablo con su querido Ramón, se ponía a pensar que sería bonito que algún día, no muy lejano, Ramón se bajara del auto y pudieran acercarse un poco al río a platicar sobre planes del futuro. Le parecía necesario que para que su relación creciera y se fortaleciera debían tener más pláticas explicativas. Como adultos que eran ya no podían dejarlo todo a la deriva de la pasión desenfrenada, sin dar más vueltas al asunto: Goyo quería hijos. Pero no uno, ni dos, ni tres, quería cuatro o más hijos, para llenar de alegría sus días y poderse ir de vacaciones todos juntos en el carro de Pablo.
El siguiente sábado Goyo estaba psicológicamente preparado para enfrentar el silencio de Ramón y proponerle matrimonio. Así fue como sucedió, el que calla otorga, pensó Goyo un poco decepcionado por el silencio de su amante, pero aún así lo llenó de besos y aquel le correspondió todos y cada uno de ellos. Después se atrevió a contarle de sus ilusiones, de los hijos, de las vacaciones...
Como cada sábado Ramón no quiso bajar del auto y al anochecer se fue otra vez, dejando a Goyo con un gran dolor en el alma porque ni siquiera imaginaba la sorpresa que le traería Ramón el siguiente sábado.

Aquel último sábado Pablo llegó cansado, llevaba manejando horas con el espejo roto. Una piedra mal direccionada había partido el espejo lateral del carro en cinco perfectas fracciones y él ya traía el repuesto para cambiarlo. Se disponía a hacerlo de inmediato para no tener más pendientes el resto del día y dedicarlo a descansar en la hamaca. Apenas comenzó a remover los cristales rotos cuando un pájaro se abalanzó sobre él. Como pudo se quitó el pájaro de encima y con trabajo colocó el reluciente y nuevo espejo, botando los añicos a un costado del jardín.

A la llegada del muchacho en su auto blanco con Ramón, Goyo se apresuró, extendió las alas, tomó impulso y voló a su encuentro. Pablo estaba molesto y lo espantó agitando sus brazos. Goyo se sorprendió enormemente, porque fue algo totalmente inesperado que Ramón llegara con cuatro pequeños iguales a él y que por fin se bajaran del auto para convivir todos juntos a un costado del jardín.










Juana. (Inspirado en Leti y Pablo, que viajaron con nosotras por Oaxaca y Chiapas)

JUANA

Juana quería nacer. Así le pasaba cuando no era nada todavía, nada más que un deseo inconforme y con nombre, cansado de ser deseo y de ambular por el mundo ilusionado. Desear algo, tener ambiciones es lo que mueve a las personas y las hace marchar conscientes de poder cumplir con aquellos anhelos tan codiciados. Pero para un deseo como tal, ser un deseo es la cosa más aburrida que se pueda imaginar. Porque sólo se pude ser <un> deseo. Los únicos que tienen suerte son los que son pedidos cuando se ve una estrella fugaz cortar el firmamento de oscuridad, aquellos nacen trillizos y pueden ser tres cosas diferentes. Los tres que se piden al soplar las velas en el pastel de cumpleaños, esos son falsos, son como quien dice impostores, falsos deseos.
Por tales razones, Juana decidió luchar por su ser y salir adelante con su labor de ser un deseo que deseaba nacer.
La tarea no sería nada fácil, primero tuvo que pensar en qué quería nacer: planta, árbol, perro, gato, tortuga, hombre, mujer, tubérculo, pollo, pato, policía, caballo, etc. A todo esto hizo una larga lista y fue tachando con borrones lo que descartaba decididamente. A otras les hacía una palomita colorada. Finalmente, quedaron tres palomitas coloradas: mujer, estrella y música.
Los siguientes días se dedicó a leer cómo hacían cada uno de ellos para nacer. Primero leyó la reproducción humana y quedó fascinada y luego ya ni quiso ni tuvo tiempo de leer lo demás. Decidió ir en busca de un papá que fecundara a una mamá para estarse bien atenta e insertarse en el instante específico, donde el espermatozoide más veloz ingresaba al óvulo.
Pero, ¿qué mamá? Y ¿qué papá?.

Había estado observando mucho a los hombres y las mujeres humanos cuando estaba aburrida siendo tan solo un deseo y no le gustaban mucho. Eran muy rutinarios, amargados, agrios, gritones, berrinchudos y no quería pasar el resto de su vida junto a unos adultos tan grises. No iba a elegir tan fácilmente unos padres que la engendrasen. Entonces se fue por el mundo, recorrió China porque le gustaba la idea de comer con palitos, fue por India y desistió al ver que la vaca era sagrada, estuvo en el carnaval de Río y pensó que quería una madre negra para heredar el movimiento de caderas, en Japón le interesó mucho que se escribiera con dibujos tan bonitos. Fue de aquí para allá sin parar. Sin querer confundió a varias mujeres, porque no hay que olvidar que Juana aún era un deseo de nacer, entonces muchas mujeres desearon ser mamás por unos instantes en que Juana las uso como medio de transporte para ir de un lado a otro del planeta. En un avión Juana se quedó dormida y viajó durante diez horas con la misma mujer. Fueron tantas las ganas que tuvo esta mujer de ser mamá que se llevó a su esposo y lo encerró en el baño.
Este deseo escurridizo ya estaba cansado de tanto buscar y decidió darse unas vacaciones en México.
Se dedicaría a disfrutar los colores, la gente, los paisajes. Recorrió un montón de lugares, brincando de mente en mente de las mujeres. A veces causó conflicto por brincar en la mente de los hombres, que al darse cuenta de que no eran ellos los que podían cargar su bebé en el vientre durante los nueve meses de gestación, se llenaban de angustia y para evitarlo se volvían machistas.
En un lugar llamado San Cristóbal, Juana se quedó encantada. Todas las tardes se iba en silencio a ver a unas muchachas que se ponían a recitar poemas absurdos que no decían absolutamente nada coherente pero muchas cosas ciertas. Decían cosas así como “ Si el borde de tu vestido se disecara junto con la bruta realidad ausente de la exigencia veloz de mis pasos, ¿dónde estará el duende que me llevará a romper el nudo de la miga de pan resbalada por el mantel?”. El deseo reía y reía ante las ocurrencias y la reacción de las personas que se detenían a escucharlas.
Era una ciudad muy mágica donde ella recordó que alguna vez había deseado nacer como música. Habían músicos en todos los rincones, esquinas, recovecos y hasta en las cloacas y las copas de los árboles.
Pronto, comenzó a llegar con las muchachas poetisas un muchacho, era pequeñito como un niño, traía un violín y una barba de arbusto. Juana se estaba comiendo un tamal en la mente de una mujer cuando de pronto vio que la muchacha salió corriendo y el otro detrás en una persecución de nunca acabar. -Se están enamorando- pensó.
Recordó lo que había estado leyendo hacía tanto tiempo, cuando se interesó en hacerse realidad como deseo de nacer y allí cayó en cuenta de que habían pasado varios años de vacaciones, que casi se había olvidado de su ser.
Le gustaron estos dos para viajar con ellos y los fue persiguiendo, de pronto se iba a otras cabezas, pero muchas veces andaba en la cabeza de la poetisa de incoherencias muy ciertas. Fue conociendo todo del violinista de la barba de arbusto y de la bailarina de palabras voladoras. Pintaban, cantaban, bailaban, jugaban, reían. Eran tan distintos a los otros humanos que había visto por el mundo, que le caían bien.
Una noche Juana no se podía dormir, estaba pensando muchas cosas y se fue a caminar por el malecón en la cabeza de otras gentes por la noche. Miró el cielo, tomó algunas copas, bailó, se emborrachó y regresó, con la borrachera, a ser aquel enorme deseo de nacer.
Al llegar a la habitación donde dormían el de barbas de arbusto y la poetiza incoherente pero cierta y al ver que estaban como de costumbre dándose besos y abrazándose tiernamente, o locamente o incoherentemente, Juana esperó el momento exacto y se insertó en el instante específico.




El titiritero, Alberto, de Tlaxcala

EL TITIRITERO

Alberto cambiaba sin ánimo de enriquecerse las erres por eles y a las eses le gustaba comérselas. Confesaba que al principio a algunos amigos se les hacía raro aquella mala costumbre y entonces le servían un plato repleto de frijoles, arroz y tortillas de maíz para que ya no se comiera sus excrementos. Alberto les agradecía pero seguía comiéndose las eses cuando hablaba en cualquier discurso, conferencia o coloquio. Era su sello de cubano.
Había llegado a México en una embarcación con el miedo curtiéndole la piel, como flechas emponzoñadas por un brujo que pretendía moverlo como pieza de ajedrez y lo único que quiso guardar consigo fue su familia y su manera de hablar. Había que olvidar el servicio militar, los santeros, las malas jugadas y hacerse a la mar como uno se hace al destino.
Metió a la familia en la maleta, los hizo pequeñitos para que nadie los viera. Armó con pliegos de un periódico un barquito de papel, se llevó su brújula y unos larga vistas, caña de pescar, café, tabaco, ron y azúcar y con un pase mágico se lanzó a cruzar el mar transparente.
Los delfines lo guiaron un poco y lo protegieron de los tiburones hambrientos. Las tortugas lo movieron cuando el barco se varó en una roca. Las gaviotas le tiraron unos pescados en la popa cuando las tormentas no le permitían comer por varios días. El sol le secó la embarcación tras las fuertes lluvias y los protegió de sus propios rayos para que no se les ampollara la piel con la sal. La lluvia quiso llenarles sus pomos con agua. La luna los iluminó durante las noches para que no perdieran el rumbo.
Alberto al llegar se hizo titiritero, porque aprendió que todo es posible con la magia que uno sea capaz de crear entre las manos y que habían muchos otros sueños que realizar de tantos niños y niñas navegantes de los libros, las nubes y las calles.




lunes, 23 de marzo de 2015

Biografía del Grupo Punchileros Títeres

Sinopsis de “La Araña Flacucha”
La obra consiste en dos historias paralelas: la historia de una araña hambrienta y gruñona que ha tramado un plan volviendo cómplice a su público; y la historia de un bicho que está en búsqueda de algo que lo vuelva especial. Mediante la ayuda de varios amigos, como la Flor y el Búho quienes le revelan ciertos secretos, el pequeño insecto logra su cometido, no sin antes tener que atravesar varios desafíos; y es en éste momento donde las historias se cruzan, dando un tinte de acción a ésta obra.
Finalmente el Bicho descubre su gran don y lo comparte.

El espectáculo se inicia con un pequeño número de clown donde ambos personajes detectan el sitio indicado para montar su picnic, como lo indica la brújula. Allí se dan cuenta de que no tan solo es el sitio ideal para un picnic, sino que también lo es para realizar su obra. Comienzan a montar la escenografía y los instrumentos, ya que la musicalización es en vivo.
La sencillez de los títeres (armados con guantes, esferas, hule espuma y hasta un plumero) y el pequeño teatrino que cabe todo en un baúl, tienen la intención de promover en los niños la creatividad y la imaginación, así como de invitarlos a que ellos se atrevan a crear títeres, historias y música.


Historia y trayectoria de la Compañía Punchileros Títeres

La Compañía de Punchileros Títeres nace en el año 2011, en la ciudad de Oaxaca, México. Formada en sus comienzos por Ángel Reyes y Clara Torielli, realizaba diariamente dos espectáculos al día en un foro al aire libre en la Plazuela del Carmen Alto. El repertorio de funciones consistía en adaptaciones de obras literarias con el fin de estimular la lectura de los espectadores (dichas obras fueron: El Principito, de Saint-Exupery, Macario de Traven, la leyenda prehispánica de La Llorona, De la tierra a la luna de Verne y Don Quijote de la Mancha de Cervantes.
El público accedía gratuitamente a ellas y eventualmente brindaba una cooperación voluntaria a la compañía. Durante la residencia en Oaxaca la compañía realizó una gira por escuelas rurales en diferentes municipios del Estado (tenemos a la disposición los certificados de dichas participaciones).
Punchileros títeres participa en el 6to encuentro de Teatro en Calle en la ciudad de Oaxaca en marzo del 2012.
Del 18 de octubre al 24 de noviembre, la compañía se traslada a Guadalajara dando una gira por diferentes escuelas, como invitados por la compañía “Los Barrigones” bajo la dirección de Lucia Bayardo, presentando la obra llamada “Un cuento de frijoles y Tortillas”. A su vez continúan con su trabajo callejero, presentando dos marionetas; una calavera bailarina que tocaba el acordeón y un limpiabotas.
En Diciembre la marioneta del Limpiabotas viaja a Punta del Este, Uruguay, realizando el espectáculo de calle en la “Feria de los artesanos”.
En el año 2013 Ángel Reyes se retira temporalmente del grupo para realizar otra formación profesional, surgió entonces la “La Araña flacucha”: un espectáculo unipersonal creado por Clara con títeres de guante y de objetos dentro de un ingenioso teatrino transportable. La obra fue adaptada de un cuento de Miguel Ángel Suárez Caaman, tras la petición de la Biblioteca Leona Vicario, en Playa del Carmen (Quintana Roo, México), para participar en el primer festival de poesía de la Riviera Maya.
La Compañía
Punchileros realiza en Octubre del 2013 una gira por varias escuelas de la Habana, Cuba, donde entró en contacto con el teatro Guiñol de el Vedado, siendo asesorada en la dirección de la puesta en escena por Lázaro Hernández y aconsejada por Armando Morales. Realiza el espectáculo de la Araña flacucha en el teatro Guiñol, en el teatro La Tintalla y en el Teatro La Edad de Oro, invitada por Carlos González, quien le enseña su taller de marionetas y métodos de construcción.
En Noviembre del año 2013 viaja a España. En Barcelona, en el Taller de Pepe Otal, fabrica la nueva marioneta para el espectáculo de “El Limpiabotas”, que retrata la jornada de un niño limpiabotas, haciendo una crítica del trabajo infantil, acompañándolo con un texto de Julio Cortázar referente al tema. En Barcelona toma un taller con Jordi Bertrán, con quien aprende más sobre manipulación. El show del Limpiabotas se presenta en diferentes ocasiones en espacios públicos de Madrid y Barcelona, y posteriormente en México, en la capital y en Playa del Carmen.
En el año 2014 se suma a la compañía Beatriz Díaz Campos, que en su comienzo interviene las obras musicalmente con un balafón, construido por ella misma de manera artesanal: un instrumento de percusión de origen africano emparentado con el xilófono y la marimba. La Compañía comienza una gira con un nuevo proyecto independiente llamado “Nuestro Norte es el Sur”, en el que viajarán por tierra en un auto Volkswagen Combi de México a Sudamérica, realizando funciones gratuitas en diferentes ciudades, pueblos y comunidades, impartiendo talleres de construcción de títeres con materiales reciclados y de nociones del manejo de los mismos. Las funciones callejeras fueron de cooperación voluntaria para costear el proyecto. Recorren durante nueve meses los estados mexicanos de Yucatán, Campeche, Puebla, Tlaxcala, Estado de México, Oaxaca y Chiapas, y Veracruz, brindando funciones y talleres en cada sitio, en parques públicos, escuelas, mercados, bibliotecas  y hospitales. En Tlaxcala, invitadas por Alberto Palmero, toman varios talleres en la Escuela Latinoamericana del Títere, como actuación, dramaturgia y construcción de marionetas. Realizan el show del Limpiabotas y La Araña Flacucha, ambos con música en vivo, sumándose diferentes músicos voluntarios a lo largo del camino.

En Agosto del 2014 incorporan al repertorio el show de otra marioneta construida por Beatriz: “Tito el versador jarocho” , un alegre negrito que representa a un personaje veracruzano, tiene su instrumento, la jarana, y toca son jarocho, pronunciando versos típicos que intentan preservar un legado musical del país; el son jarocho es un género musical afromestizo lleno de alegría y poesía en el cual se combinan la música, el baile zapateado y la versada, se le encuentra en varios estados mexicanos.
Todas las funciones han sido presentadas de manera itinerante en escuelas, hospitales, cafés, parques, y escuelas (anexamos adjuntos los comprobantes), acompañadas de música en vivo tocada con la jarana por Clara y el balafón por Beatriz, y ambas manipulando los títeres, los cuales son de construcción propia. Actualmente la gira continúa hacia Guatemala y el Sur, avanzando con los talleres y las funciones mencionadas previamente.
La Compañía Punchileros Títeres aspira también con esta gira, “Nuestro norte es el Sur”, a desempeñar una función como emisaria cultural: llevar a cabo un intercambio de música, teatro y narración oral con los países y culturas que podamos recorrer; posibilitar a través de nuestro trabajo una pausa de arte y diversión a los vendedores callejeros niños y adultos, a las poblaciones alejadas de las ciudades con mayor oferta cultural, y además impulsar a través de nuestro trabajo el surgimiento de una consciencia sobre la enorme riqueza cultural de una Latinoamérica que tiene suficientes elementos para darle todas las oportunidades a tod@s.

sábado, 7 de marzo de 2015

Volando papalotes en tlacotalpan y un amigo de Tlaxcala


La vida tiene mucha gente y la gente tiene mucha vida. Cada imagen que traen los recuerdos, cada momento que se revive en la mente como queriéndolo regresar y capturar para que dure un poco más.
Entre la gente se van tejiendo hilos que cruzan mares, continentes enteros, suben y bajan montañas, se entretejen y se enrroscan los hilos de unos con los otros. Se forma una enrredadera, como una tela de araña que atrapa a todos aquellos que andan queriendo tejer el mundo, caen en su propio enrredijo.
Es bello ver a todos los personajes y personajas capturados en aquel telón de araña, porque se atrevieron a creer en ese hilo imperceptible que dejaban tras de si en su caminata, marcharan a donde marcharan.
Siempre terminaban entrelazados en aquella red que cada vez se volvía más densa y preciada porque daba la seguridad de que aquellos lazos de hilo fino y quebradizo, correspondientes a la domesticación de seres por el camino, nunca se pulverizarían porque estaban en constante renovación de hilos y tejedores.

INSTRUCCIONES PARA VOLAR UN PAPALOTE

materiales: papalote, papel china, hilo, colas de tela, rama, botella vacía,
policía de tránsito, resistol, cola-voladores, resistol, paracaídas, chaleco salvavidas, largavistas.

Para comenzar a volar su papalote busque un lugar desértico de cables de electricidad y amplio, para que usted pueda deslizarse con soltura por el lugar sin sucitar accidentes.
Uno de los cola- voladores sostiene el papalote y el otro la cola de la cometa (por ello el nombre cola-volador). Usted sólo se encargará de sostener el carrete de hilo y correr velozmente para que se eleve la dichosa cometa.
Tenga mucho cuidado de que el hilo no se le vaya a escapar, esto puede causar la perdida absoluta de su papalote así como tambien puede causar algún tipo de accidente aéreo entre los pájaros espantados.
No podemos procurar rivalizar con las aves autóctonas ya que se ponen a la defensiva y debemos protejer nuestros ojos de los picos filosos de aquellas.
Si su papalote logra elevarse la primera vez, usted debe brindarle todo el hilo que le pida,. Si hace falta más hilo, pida a un cola- volador (que estarán completamente embobados observando con la boca abierta como vuela la cometa), que le brinde el "carrete de emergencia para papalotes exigentes".
Amarrelo al extremo del hilo, con un nudo profesional, cuide de no dejar amarrado su dedo allí.
Si el papalote se elevó pero de inmediato se lanzó de pico contra el suelo, es muy provable que le haga falta más cola, si olvidó la cola, puede usar su pañoleta del cuello o amarrar en la cola la botella o la rama. Quizás sea necesario que usted corra más rápido, en sentido contrario al viento y de espaldas a él, es decir: correrá marcha atrás observando su papalote. Sea cauto, use buen calzado. Si sufre de problemas respiratorios será mejor que se convierta en cola-volador. Recuerde amarrarse bien las agujetas de su calzado y el cinturón de su pantalón o podrá sufrir un accidente vergonzoso mientras estaá concentrado corriendo y observando hacia arriba. Es muy importante que antes de volar su papalote revise que se haya puesto ropa interior, por cualquier disfunción de su cinturón .
A veces es necesario acudir a los policías de tránsito, si no es que se ofrecen voluntariamente a ayudarle. En Tlacotalpan ellos tienen una educación estricta en el volado de papalotes y lo podrán asesorar, así como detener los carros cuando usted se halle en medio de la calle intentando conducir su papalote por las corrientes de aire más fuertes y limpias con beneplácito.
Si su papalote se avería, no se preocupe,lo más seguro es que necesite papel china y resistol para colocarle unos parchesitos en donde se le han hecho los hoyos. Si el accidente fue fatal y cayó al mar o bajo un coche, deberá tomar cartas en el asunto, consolar a los niños que lloren al ver que usted es un total fracaso, respirar profundo, controlar sus emociones y continuar su vida con la misma actitud previa a su desaire con los papalotes.

Si aún no ha logrado mantener su papalote volando por más de un minuto y ya ha corrido demasiado, descanse, hidratese
y realice algunos estiramientos, principalente de piernas y el brazo con el cual sostiene el hilo.
Tenga mucho cuidado con la cola, porque es traicionera y a veces busca enrredar a los cola- voladores y llevárselos a volar y los avienta muy lejos. No permita que el cansancio y la desesperación por volar el papalote le traiga problemas funcionales: sea cauteloso al correr, no se acerque a los postes, zanjas o ríos.
Si lo está haciendo en el techo de su casa, deberá colocar alambrado en los límites o colocar un muro de concreto.

Volar un papalote no es una tarea fácil, no lo haga sin el acompañamiento de un mayor. No fume ni beba antes ni durante la experiencia. En caso de traumatismos y golpes generados con los postes de luz, consulte a su médico.
Lleve siempre colocado su paracaídas y su chaleco por si la cola enloquece y le quiere dar un paseo gratuito
sobre el río Papaloapan. Unos largavistas serían buenos, usted pordrá contemplar aves endémicas y migratorias como
el "martín pescador", el"aguililla" , garzas, patos, también podrá ver camarones y jaibas.

Si usded es extranjero y encuentra por allí un ave de su país, podrá pedirle que lo acerque a su casa, nada más cierre sus ojos y duermase un largo rato. Al despertar estará sano y salvo, cerca de su familia y listo para contar una aventura que nunca se le olvidará, "las aventuras al volar un papalote en las orillas del Papaloapan". 

Advertencia: A veces las avecillas recién nacidas están esperando el paso de una cometa para realizar sus
vuelos prematuros, vuele lejos de los nidos, porque las madres pájaro enfurecidas son la principal causa de
defunción en el rubro de los papaloteros.


El titiritero

Alberto cambiaba sin ánimo de enrriquecerse, las erres por eles y a las eses le gustaba comérselas. Confesaba que a algunos amigos se les hacía raro aquella mala costumbre “ Tan malo será el comunismo que se tienen que comer sus propios excrementos” pensaban sus amigos. Él reprochaba " pero si en cuba todos nos comemos las eses". Sus  amigos le servian un plato repleto de frijoles, arroz y tortillas, para que ya no se las comiera.
Alberto agradecía pero seguía comiéndose las eses cuando hablaba en cualquier discurso, conferencia o coloquio.
Era su sello de cubano, porque había llegado en una embarcación con el miedo curtiéndole la piel como flechas emponzoñadas por un brujo que pretendía moverlo como pieza de ajedrez y lo único que quizo guardar consigo fueron su familia y su manera de hablar.
Había que olvidar el servicio militar, los santeros, las malas jugadas, y hacerse al mar como uno se hace al destino.
Metió a la familia en la maleta, los hizo pequeñitos para que nadie los viera. Armó con pliegos de un periodico un barquito de papel, se llevó su brújula y unos largavistas, caña de pescar, café, tabaco y azúcar y con un pasesito mágico, se lanzó a cruzar el mar transparente. 
Los delfines lo guiaron un poco y lo protegieron de los tiburones hambrientos, las tortugas lo movieron cuando el barquito
se varó en una roca. Las gabiotas le tiraron unos pescados en la popa cuando las tormentas no le permitían comer por varios días.
El sol le secó la embarcación tras las fuertes lluvias y los protegió de sus propios rayos para que no se le ampollara la piel con la sal. La lluvia quizo llenarles sus pomos de agua. Y la luna los iluminó durante las noches para que Alberto no perdiera el rumbo.
Alberto se hizo titiritero, porque aprendió que todo es posible con la magia que uno sea capaz de crear entre las manos
y que habían muchos otros sueños que realizar de tantos niños y niñas navegantes de los libros, las nubes y las calles.

Nuestro cuentito, próximamente ilustrado por Tita (betuca)


Las aventuras de una tortuga llamada Casiopea

Casiopea nunca fue una tortuga normal. Vivía con su familia en un estanque muy pequeño y siempre andaba cambiando las cosas de lugar y vistiendo a sus hermanos con diferentes atuendos para hacer de cuenta que viajaba por distintos lugares. Su mamá le había contado la historia de Manuelita (de María Elena walsh) una tortuguita que se fue hasta Peguajó, y la historia de el hombre y la tortuga, de Horacio Quiroga, donde una tortugota salva a un ser humano, es más, le habían puesto su nombre en honor a la tortuga de "Momo" un cuento de Michael Ende , donde Casiopea ayuda a Momo a salvar a los hombres buenos y humildes de los hombres grises que querían robarse el tiempo de esta gente.
Por todo lo que había leído ella tenía ganas de vivir hazañas de esta índole, pero el estanque ya le quedaba chico y se le habían agotado las ideas para viajar en círculos, entonces decidió partir y dar la vuelta al mundo.
Su papá le mandó bordar una mochilita que decía "recorriendo el mundo", su mamá le preparo unos cuantos sandwiches y un día que todo estaba listo se armó de valor y se fue.
Un hada mandarina que por allí pasaba, al verla tan pequeña e indefensa, recordó aquel conjuro que usó con cenicienta,
 que transformó una calabaza en carruaje y apuntó con su varita mágica a la tortuga.
Casiopea se convirtió de inmediato en una camioneta Volkswagen, el hada mandarina apuntó  con su vara a los dos pajaritos que observaban en unos cables y los convirtió en dos choferas humanas.
El hada mandarina se fue satisfecha silbando alegremente y se evaporó en el aire. Casiopea no tuvo tiempo de darle las gracias y comenzó a viajar. Iba a ser difícil como tortuga (en un mundo dominado por humanos, carros , fábricas y carreteras) el dar la vuelta al mundo, pero convertida en combi todo seria mucho mas fácil.
El hada mandarina no tenía mucha experiencia con tortugas y se le olvidó quitarle la velocidad lenta en el conjuro, así que Casiopea siguió al mismo ritmo que la caracterizaba como tortuga. Su mamá le leía mucho y ella recordaba la fábula de la liebre y la tortuga donde la tortuga le gana una carrera a la liebre. Entonces Casiopea sabía que dar la vuelta al mundo no era una cuestión de velocidad sino de felicidad.
A veces iba cantando y silbando canciones o inventando versos.
Los pájaros y las lagartijas jugaban a atravesarse en su camino.
A veces llevaba a amigos que conocía en el camino
A veces las subidas eran tan empinadas que había que ayudarla
Se entristecía por los insectos que morían en su parabrisas
Había veces en que le gustaba tanto un lugar que ya no se quería ir
Podía pasar muchos días sin bañarse hasta que la obligaban
Había lugares muy fríos donde se enfermaba y tenía que ir al doctor
había otros donde hacía tanto calo que no se quería mover
A veces las vacas y los borregos le preguntaban como había hecho para convertirse en Combi
Viajando por el mundo vio todo tipo de animales: tortugas marinas, monos, toros, águilas, loros y policías.
En las bajaditas se dejaba llevar por el viento
En ocasiones se detenía a ver todo tipo de aves y mariposas de colores
De pronto le aterrorizaban las alturas
Otras veces disfrutaba sentir que iba entre nubes
Algunas noches paraba a dormir en medio de la carretera para ver las estrellas en el firmamento
Le atemorizaban los militares que andaban  con sus ametralladoras
Cansada podía dormir varios días sin parar
Habían caminos en que el viento era tan fuerte que ella se quería convertir en papalote.
Los adultos amargados le gruñían al pasar a su lado
Las viejas montañas para entretenerse le lanzaban piedritas
A veces encontraba compañía como ella
Pasaba el tiempo y sus papás le preguntaban en las cartas: a dónde vas Casiopea? Cuándo vuelves?
Nerviosa, mientras pensaba como responder aquella interrogación tan complicada y recurrente, tomó un globo terráqueo
y en el apuro se le fue rodando por el suelo. Al verlo rodar y rodar se le ocurrió una idea.
Que tal si en lugar de dar la vuelta al mundo, daba vuelta el mundo. Entonces marcó su rumbo: el sur,
e inmediatamente dio vuelta el mundo, colocó el norte hacia abajo y el sur hacia arriba.
Y sin desanimarse respondió la carta a sus papás y continuó su  viaje subiendo sin prisa hacia el Sur.

viernes, 2 de enero de 2015

resumen fotográfico del año


Ultimos acontecimientos, fines de año, ver fotos en el facebook: casiopea nuestronorteselsur

Resumen de acontecimientos...
Algo que no sabemos de dónde viene, va guiándonos por los caminos que quiere, y gracias a eso, hemos descubierto momentos maravillosos. Estando en Oaxaca nos enteramos del festival de títeres en Tlaxcala y no nos pudimos resistir. Vale e Isabel nos acompañaron hasta Puebla, donde hicimos unas actuaciones nocturnas con las tres jaranas y donde sucedió aquel hecho memorable donde le coloqué el micrófono en la boca al negrito en vez de a la titiritera Betty (que es la que hace la voz). Partimos solas al día siguiente para llegar con tiempo a Tlaxcala, ya que faltaba un día para el festival y no nos queríamos perder el desfile. En el camino la Casiopea tuvo varios contratiempos que nos costaron nuestra pobre economía del momento. Se rompió el distribuidor, cosa cara!
El día del desfile de títeres pudimos participar llevando unas estructuras de caballos de un grupo de títeres de Tlaxcala. Vimos el show de Pavel, un titiritero Checo y comenzamos a llenarnos de emoción por todas las demás obras que venían durante la semana.
El Maestro Alberto Palmero nos ofreció aparcar frente a su museo del títere, en el que días después nos dio un recorrido guiado con la compañía de su nieto Diego.
Actuábamos con el negrito por las mañanas, en los cafecitos alrededor del zócalo, cantando son jarocho y vendiendo títeres. También nos permitieron actuar en el lobby del teatro antes y después de las funciones y conseguimos entrar gratis a todas las obras.
Así fue como comenzamos a hacernos amigas de los diferentes titiriteros del festival. Además el primer día nos sumamos a una visita guiada que les hicieron a todo el grupo, en diferentes puntos de la ciudad.
Conocimos a la familia de Alberto, surgían pláticas bien interesantes en los desayunos y los almuerzos. Nos invitaron a ver “La Caperucita Roja” que iba presentando en escuelas de diferentes municipios. Nos encantó. También fuimos con él al Estado de México, a presentar la Araña flacucha y el show de Tito en un hospital de niños muy grande.
Todas las funciones que vimos fueron muy diferentes entre ellas y todas muy buenas, nos encantó la carpa de los hermanos Flores porque nunca habíamos estado en una carpa de titiriteros.
Fuimos a tomar talleres en la Escuela Latinoamericana del Arte de los títeres, en su sede de Sta. María Chiautempan. Actuación, dramaturgia y construcción de marionetas. Aprendimos muchísimo y además nos abrió la imaginación.
Tras dos semanas, nos movimos al garaje de Xico, que tiene un patio precioso donde pudimos estirar cada mañana y sentarnos a leer bajo el sol. Fuimos tres veces al centro cultural de Amer y Xico, un día dimos el show y un tallercito de reciclado. Otro los ayudamos a pintar su pared de escalada porque eran sede de un encuentro de montañistas.
En las tardes continuábamos trabajando en los cafés, y en la mañana en la feria del libro nos dieron un puesto. También dimos un show en la feria del libro.
Allí conocimos a los chicos del proyecto inmensidad, donde conectaban a las plantas unos cablecitos que medían su campo magnético y lo hacían sonar, de manera que cuando alguien tocaba la planta, al alterar su campo magnético, podíamos escuchar a la planta hacer música, y de esta manera nos dábamos cuanta que las plantas sienten. En el panteón hicieron las conexiones con un árbol.
Un día seguimos a una estatua viviente increíble(El cartero)y fuimos a parar en el festival de teatro, donde nos encontramos con un grupo de jaraneros y organizamos un buen fandango para el otro día. Y celebramos!