viernes, 1 de enero de 2016

cuento de morelia


Para Fernanda y Daniel.

Morelia, julio 2015.





“El pie del niño aún no sabe que es pie

y quiere ser mariposa o manzana (….)”



Al pie desde su niño. Pablo Neruda.





LOS ZAPATEROS ZAPATEADORES





Ellos se sentaban a esperar en los parques a que la gente se les acercara, o salían tras los zapatos más necesitados para darles el servicio merecido. “Zapatero”, anunciaba un cartel pintado sobre un triplay en el suelo. A un lado se hallaba el pie sobre donde hacían la tarea de martillar los zapatos en reparación, al otro lado una bella muchacha zapateaba mientras nadie les solicitaba su trabajo, junto a ella su novio cosía una suela con mucha facilidad.

La zapatera zapateadora comenzaba a bailar con los señores que estaban sentados en las bancas y luego de aquella chispa de vida regalada, procedían a bolearse los zapatos o a reparar aquel agujero que enseñaba el dedo gordo del pie hacia más de veinte años. Los ancianos que bailaban con ella, al colocarse los zapatos acondicionados por él, se largaban bailando y zapateando como si la edad no les doliera en el cuerpo.

Los zapateros zapateadores tenían una teoría transmitida de generación en generación: los pies, antes de andar por el suelo caminando, volaban en el cielo. Sólo tenían permitido volar en el día, les decían que la noche era peligrosa; animales malignos aprovechaban la noche para hacer de las suyas. Los pies respetaban mucho las leyes. Los obligaban a andar con calcetines, medias o zapatos y los pies sólo se desnudaban para hacerse la pedicure. Era obligatorio usar talco. Otra regla de convivencia era que las medias del mismo color estuvieran separadas, en diferentes barrios.

El gran problema surgió cuando a la media naranja, por culpa de los medios de comunicación, le dio por buscar a su media naranja. Se fue de barrio en barrio para encontrar su par hasta que lo halló. Se armó tal escándalo en aquella sociedad moralista de pies, que les hicieron un juicio donde les decretaron pena de muerte. Esa misma noche las medias naranjas planearon un escape forzado, vencieron sus miedos y comenzaron a volar en la noche. No podían creer lo que veían, el cielo estaba tapizado de unos diamantes que formaban figuras en el firmamento y contaban historias. También conocieron la luna, les tocó una uña fina, un párpado cerrándose. Las medias naranjas se quedaron horas mirando la luna, no podía ser aquello un monstruo maligno, los habían estado engañando para que no conocieran la realidad, los secretos de la noche. Se durmieron contemplando el cielo y al despertar decidieron revelar aquel secreto a toda la sociedad de pies. Se quitaron las medias para que no las reconocieran y gritaron la verdad acerca de la noche por todos los barrios.

Aquel que creaba las leyes para los pies estaba desconcertado, su mundo estaba fuera de control. Tras consultarlo con su médico de cabecera llegaron a una conclusión, a los pies desnudos los castigarían quitándoles las alas, condicionándolos a vivir sobre la tierra de por vida. A los demás pies les recetarían unas pastillas para borrar los recuerdos. La orden fue dada y ejecutada. Aquel que creaba las leyes quiso dormirse hasta que el trabajo sucio estuviera terminado. Al levantarse, su médico de cabecera le informó de la rebelión, todos los pies se habían quitado sus vestuarios para exigir que se les permitiera volar por la noche. Los súbditos de su señoría (aquel que creaba las leyes) hicieron caso omiso a la orden que les fue dada y castigaron a todos los pies desnudos, por consiguiente ya no habían más pies en el reino. Todos estaban sobre la tierra caminado descalzos.

Aquel que creaba las leyes estaba deprimido y desconsolado porque no tenía a quien dominar, entonces decidió que trataría de hacer lo posible para que los pies tuvieran problemas sobre la tierra: inventó los cayos, los juanetes, la uña encarnada, pie de atleta. Enviaba a su médico de cabecera como infiltrado a la tierra para ofrecer estos medicamentos intervenidos para hacerle mal a los pies. -Ya regresaran solos – pensaba – cuando se den cuenta que es más difícil vivir libres y desnudos.

Muchos pies desearon regresar, estaban enfermos, los dedos gordos se hinchaban más y se ponían colorados, estornudaban y tosían porque no tenían como abrigarse. Pero los pies que antes llevaban las medias naranjas los convencían de resistir, hicieron un pequeño taller de zapatos para los climas fríos y dieron talleres para tejer calcetines de lana. Pero la población crecía desmedidamente y todo comenzaba a salirse de control también en la Tierra. Los talleres ya no daban abasto, entonces inventaron una fábrica de zapatos y otra de calcetines. Todo se industrializó y comenzó a llenarse de humo y trabajos forzados. Pero ningún pie regresó al cielo, ya no supieron volar sin alas. Pocos pies veían la noche, el frío los hacía cubrirse hasta las narices. Pocos pies se atrevieron a mojarse en los ríos o en la orilla del mar, les daba pudor desnudarse y que los vieran.

Fernanda y Daniel no podían permitir aquella soledad de los pies -Los pies fueron hechos para volar por la noche- decía ella – no para estar encerrados en la tierra o en el cielo.

-Hay que devolverles la gracia y la libertad- completaba el zapatero.

Por eso hasta hoy se los ve, por el mundo caminando con sus bolsas de herramientas, reparando calzados, reparando pisadas y pies con algunos pases mágicos que los abuelos les enseñaron.














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