Para Fernanda y Daniel.
Morelia, julio 2015.
“El pie del niño aún no
sabe que es pie
y quiere ser mariposa o
manzana (….)”
Al pie desde su niño.
Pablo Neruda.
LOS ZAPATEROS ZAPATEADORES
Ellos se sentaban a
esperar en los parques a que la gente se les acercara, o salían tras
los zapatos más necesitados para darles el servicio merecido.
“Zapatero”, anunciaba un cartel pintado sobre un triplay en el
suelo. A un lado se hallaba el pie sobre donde hacían la tarea de
martillar los zapatos en reparación, al otro lado una bella muchacha
zapateaba mientras nadie les solicitaba su trabajo, junto a ella su
novio cosía una suela con mucha facilidad.
La zapatera zapateadora
comenzaba a bailar con los señores que estaban sentados en las
bancas y luego de aquella chispa de vida regalada, procedían a
bolearse los zapatos o a reparar aquel agujero que enseñaba el dedo
gordo del pie hacia más de veinte años. Los ancianos que bailaban
con ella, al colocarse los zapatos acondicionados por él, se
largaban bailando y zapateando como si la edad no les doliera en el
cuerpo.
Los zapateros
zapateadores tenían una teoría transmitida de generación en
generación: los pies, antes de andar por el suelo caminando, volaban
en el cielo. Sólo tenían permitido volar en el día, les decían
que la noche era peligrosa; animales malignos aprovechaban la noche
para hacer de las suyas. Los pies respetaban mucho las leyes. Los
obligaban a andar con calcetines, medias o zapatos y los pies sólo
se desnudaban para hacerse la pedicure. Era obligatorio usar talco.
Otra regla de convivencia era que las medias del mismo color
estuvieran separadas, en diferentes barrios.
El gran problema surgió
cuando a la media naranja, por culpa de los medios de comunicación,
le dio por buscar a su media naranja. Se fue de barrio en barrio para
encontrar su par hasta que lo halló. Se armó tal escándalo en
aquella sociedad moralista de pies, que les hicieron un juicio donde
les decretaron pena de muerte. Esa misma noche las medias naranjas
planearon un escape forzado, vencieron sus miedos y comenzaron a
volar en la noche. No podían creer lo que veían, el cielo estaba
tapizado de unos diamantes que formaban figuras en el firmamento y
contaban historias. También conocieron la luna, les tocó una uña
fina, un párpado cerrándose. Las medias naranjas se quedaron horas
mirando la luna, no podía ser aquello un monstruo maligno, los
habían estado engañando para que no conocieran la realidad, los
secretos de la noche. Se durmieron contemplando el cielo y al
despertar decidieron revelar aquel secreto a toda la sociedad de
pies. Se quitaron las medias para que no las reconocieran y gritaron
la verdad acerca de la noche por todos los barrios.
Aquel que creaba las
leyes para los pies estaba desconcertado, su mundo estaba fuera de
control. Tras consultarlo con su médico de cabecera llegaron a una
conclusión, a los pies desnudos los castigarían quitándoles las
alas, condicionándolos a vivir sobre la tierra de por vida. A los
demás pies les recetarían unas pastillas para borrar los recuerdos.
La orden fue dada y ejecutada. Aquel que creaba las leyes quiso
dormirse hasta que el trabajo sucio estuviera terminado. Al
levantarse, su médico de cabecera le informó de la rebelión, todos
los pies se habían quitado sus vestuarios para exigir que se les
permitiera volar por la noche. Los súbditos de su señoría (aquel
que creaba las leyes) hicieron caso omiso a la orden que les fue dada
y castigaron a todos los pies desnudos, por consiguiente ya no habían
más pies en el reino. Todos estaban sobre la tierra caminado
descalzos.
Aquel que creaba las
leyes estaba deprimido y desconsolado porque no tenía a quien
dominar, entonces decidió que trataría de hacer lo posible para que
los pies tuvieran problemas sobre la tierra: inventó los cayos, los
juanetes, la uña encarnada, pie de atleta. Enviaba a su médico de
cabecera como infiltrado a la tierra para ofrecer estos medicamentos
intervenidos para hacerle mal a los pies. -Ya regresaran solos –
pensaba – cuando se den cuenta que es más difícil vivir libres y
desnudos.
Muchos pies desearon
regresar, estaban enfermos, los dedos gordos se hinchaban más y se
ponían colorados, estornudaban y tosían porque no tenían como
abrigarse. Pero los pies que antes llevaban las medias naranjas los
convencían de resistir, hicieron un pequeño taller de zapatos para
los climas fríos y dieron talleres para tejer calcetines de lana.
Pero la población crecía desmedidamente y todo comenzaba a salirse
de control también en la Tierra. Los talleres ya no daban abasto,
entonces inventaron una fábrica de zapatos y otra de calcetines.
Todo se industrializó y comenzó a llenarse de humo y trabajos
forzados. Pero ningún pie regresó al cielo, ya no supieron volar
sin alas. Pocos pies veían la noche, el frío los hacía cubrirse
hasta las narices. Pocos pies se atrevieron a mojarse en los ríos o
en la orilla del mar, les daba pudor desnudarse y que los vieran.
Fernanda y Daniel no
podían permitir aquella soledad de los pies -Los pies fueron hechos
para volar por la noche- decía ella – no para estar encerrados en
la tierra o en el cielo.
-Hay que devolverles la
gracia y la libertad- completaba el zapatero.
Por eso hasta hoy se los
ve, por el mundo caminando con sus bolsas de herramientas, reparando
calzados, reparando pisadas y pies con algunos pases mágicos que los
abuelos les enseñaron.
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