SINÓNIMOS
Para
Roman,
Panajachel,
enero 2016
Román tenía diez años cuando
se murió la primera vez. Su amigo Jorge lo obligó; tenía que
presionar sus dedos durante un tiempo en dos puntos específicos
sobre la yugular y esperar. El niño se quedó tumbado hasta que las
patadas de su amigo lo introdujeron nuevamente a la realidad. A
partir de aquel día supo que podía morirse cuando quisiera. Salía
de su cuerpo y se veía desde afuera, recorría todo lo que quería y
regresaba tranquilo. El truco era dormirse y pensar que llevaba los
brazos extendidos hacia adelante, los puños cerrados, en posición
de volar como ahora vuelan los súper héroes. Al crecer no tardó en
decidirse por ser un aviador. Sobrevolaba la tierra,le gustaba verla
deslizarse lenta a sus pies, le gustaban los humanos alejados y
pequeños como hormigas, le gustaba, también, estar más cerca de
los pájaros. Morirse y volar eran para él dos sinónimos que lo
tildaban de loco. Pero ¿ cómo podían no ser sinónimos?. Román
exigía que la posición dentro de un ataúd no debía ser con los
brazos cruzados sobre el pecho, sino extendidos hacia adelante, los
puños cerrados, en posición de volar como ahora vuelan los súper
héroes.
ARRIBA
EL NORTE
“Si el mundo está, como
ahora está, patas arriba,
¿no habría que darlo vuelta,
para que pueda pararse sobre sus pies? “
Eduardo Galeano
¿Qué tan difícil puedes ser comprender que los
puntos cardinales se encuentran de manera horizontal?
Aunque usted no lo crea, puede llegar a ser muy
complicado, tan complicado que por esta razón me encuentro
escribiendo esto ahora, para calmar mis ansias de devorar vivos a
aquellos porfiados que no lo comprenden.
Me considero una persona calma y tolerante, aunque mis
amigos cercanos no lo puedan comprobar. Sin embargo hoy me hallé
nuevamente hablando con este hombre que no quiere entender lo obvio.
Para mi mayor sorpresa, se le sumaron otros cómplices, que de igual
manera contradecían todas mis teorías de desorientación del norte.
- Si el sol sale por el este y se pone por el oeste, eso quiere decir que en la línea perpendicular que une estos dos puntos, se encuentran el norte de un lado y el sur del lado opuesto- afirmaba yo con seguridad mientras indicaba correctamente con mi índice, el lugar donde amanecía. - Esto explica el por qué el norte no está arriba ni el sur abajo.
De esta manera trataba yo de demostrarles la tontería
de aquella manía anglosajona y centralista de poner a los
planisferios colgados sobre una pared y con el norte hacia arriba.
- Si el norte estuviera arriba, las estrellas estarían en el norte- argumentaba yo perdiendo la compostura -pero, para leer cualquier planisferio correctamente, se debe colocar sobre una mesa, de manera horizontal!!
La
gente se comenzaba a reunir a nuestro alrededor participando
abiertamente de esta discusión con la cual yo llevaba las de perder.
Quien sabe si el alcohol o la ignorancia hacían que nadie me pudiera
comprender. Para ellos el norte estaba arriba mientras que para mi se
encontraba horizontal. En aquel entonces yo viajaba por el mundo,
dirigiéndome al sur desde México y se me hacía fácil y curioso
provocar a la gente diciéndole que “iba para arriba”. A partir
de aquella noche me prometí que sería la última vez que me
permitiría bromear con los puntos cardinales. Juan se llamaba el
necio que convenció a todos de que la loca era yo, de que el norte
se halla arriba. Cuando ya hubo como unas diez personas dentro de la
discusión (ninguna de ellas a mi favor) y yo ya estaba roja de
rabia, invocando a Joaquín Torres García y gritando desquiciada,
sucedió lo que jamás hubiese imaginado, entendí todo: la necia,
siempre había sido yo.
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