sábado, 13 de junio de 2015

Cuento-juego. En San José del Pacífico, Oaxaca


BEBIDAS INTERNACIONALES


Apareció de pronto frente a él, una roja y extraña taza, con un popote largo, como una trompa, de plata y él quedó enamoradísimo. Acostumbrado a ver cuencos de cerámica, como él, llenos de chocolate o café de la Sierra, quedó sorprendido con aquella “mate”, según le decían los chicos que en la cafetería habían llegado con aquella belleza. Ella le guiñó un ojo y le lanzó un beso en el aire. Él ofreció una de sus margaritas que tenía pintadas. Estuvieron largo rato platicando, intercambiando experiencias de vida. Él contó desde que lo fabricaron y lo metieron al horno para que se cociera el barro con el que estaba hecho, hasta que anduvo de feria en feria intentando que lo compraran, terminando en San José del Pacífico, en aquella cafetería, a la que legaba gente muy diferente de todas partes del mundo, pero que según él, nunca habían traído hasta el momento un recipiente tan bonito como la “mate”. Ella le contó que todos los días viajaba con esos muchachos y que no había un solo día que no prepararan el agua caliente para tomar de ella. Somos de Argentina, comentó la “mate” como con pesar, porque cada vez que comentaba aquello la consideraban pedante y le hablaban menos. Pero al tazón pareció no importarle.
El tazón comenzó a sentir celos cada vez que los muchachos intentaban beber de la “mate”. Él comenzaba a sentir un poco de frío, porque ya le habían bebido el chocolate. Sabía que pronto el mesero lo retiraría de la mesa y ya no vería jamás a la taza roja. Entre las pláticas cortadas por los sorbos de mate, llegaron a un acuerdo. Ambos querían volver a verse, pero no era factible que los muchachos regresaran a la cafetería, porque habían contado las últimas monedas de sus bolsillos para pagar la cuenta.
Organizaron un plan: él debía de brincar dentro de un morral cuando estuvieran distraídos y de esta manera se irían juntos para siempre. Todo estaba fríamente calculado. El chico estaba totalmente hipnotizado con una computadora, su mujer había ido de excursión al baño, la otra chica veía la lluvia caer y la otra escribía sin parar. Con todo el apoyo de la “mate” el tazón comenzó a dar pequeños brinquitos. El mesero comenzaba a acercarse desde la cocina. El tazón apuró el paso, tratando de pasar desapercibido, llegó al borde de la mesa con el fondito de chocolate muy agitado. Observó exactamente dónde debía caer, en el morral entreabierto que colgaba del respaldo de la silla. El mesero estaba a dos pasos de la mesa y aún no lo había visto cuando se decidió a brincar.

La taza roja se acercó al borde de la mesa. Había escuchado un estruendo que le paralizó la yerba mate. Encontró a su lado un pétalo de margarita que el tazón le había obsequiado con la dulzura que un chocolate caliente puede brindar y debajo, en el piso de madera... no quiso mirar más!
El mesero incriminó al muchacho.
-¡Yo no fui , lo juro!- Se defendió conflictuado cuando las chicas lo voltearon a ver.

Una de ellas sirvió agua caliente en el mate, al que le habían dibujado, con anterioridad, dos ojitos. La que fue a beber se quedó petrificada.
-¡Mirá!¡ El mate está llorando!

No hay comentarios:

Publicar un comentario